Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

7 semanas

desde la isla de

Cómo explicarte el cansancio de la quimio?

Me lo dijeron los médicos, me lo dijo la enfermera el primer día: Va a sentirse cansada. Es normal. Escuche a su cuerpo. Hágale caso.

De alguna forma es como si llevara años preparándome para esto sin saberlo. Nadar me obligó a entrar en contacto con el cuerpo, a darle sentido a la frase de escuchar el cuerpo después de toda la vida de simplemente ignorarlo y centrar todo en el cerebro.

Los doctores me explicaron que podía llevar vida normal. Pero luego uno de ellos me dijo que “vida normal” como su fuese la esposa de un doctor: levantándome a las siete, yendo a nadar tranquila- a nadar, no a entrenar- descanso después de la piscina. Planear con las chiquillas a dónde vamos a brunchear y comer solo una ensalada. Planear la tarde, para masaje o las uñas o cortarme el pelo o ir al super a comprar lo que no llegó en el pedido. Tal vez yoga o pilates o ir a tomar café. Y luego un poco de tele, actualizar el Face y a dormir.

Entonces trato de escuchar pero no sé bien qué es lo que oigo.

Me siento bien, pero no logro nadar las mismas distancias ni hacer los mismos tiempos y el cuerpo simplemente no me da.

No es el cansancio de mucho ejercicio. Ni siquiera el de un día de trabajo largo.

Es una mezcla.

Es como si la energía que tenía antes ya no la tengo y no me doy cuenta cuando va bajando. Simplemente de repente me doy cuenta que ya no puedo más.

Siento culpa de los descansos de la mañana, del medio día, de terminar de trabajar a las 5 o no hacer nada el fin de semana.

Pero cuando no lo hago, el cansancio se encarga de recordarme porqué algo tan simple es tan necesario.

Siento que puedo trabajar como antes. Pero no es cierto. Hay cierto tipo de estrés, del que me pone ansiosa, que hace el cansancio aparezca de pronto.

Me cansa más rápido estar oyendo a Pato hable que hable y más de una vez, al borde ese ese cansancio le grito que se calle.

Se parece a lo que se siente el tercer día de un torneo, después de nadar 8 pruebas y que quede 200 dorso.

Son ganas de estar en la cana, cobijado, hecho un puñito, sin moverse. No es perecear. Es caer derramado en un lugar cómodo y esperar que la horizontalidad o el sueño haga efecto.

Una se cansa de estar cansada todo el tiempo, de estar poniendo atención a señales que una no sabe si son o no son o si se los está imaginando.

Son ganas de apagar el cuerpo. De que esto no hubiera pasado. De salir corriendo.

Es la espera de la segunda dosis, los exámenes casi semanales de sangre, el susto de ver cómo va bajando la hegmoglobina. La angustia de la inmunosupresión y no poder viajar a vacunarse, no poder viajar, sentirse mpas vulnerable.

Es el silencio porque no querés la lástima de nadie. Oír ayquéflacaqueestásquéestáshaciendo y no poder decirles que les recomiendo el cáncer.

Es la obligación de estar fuerte y animada. “Todo está en la cabeza”,  me dice uno de los médicos. “Tu cuerpo es fuerte y puede aguantar esto” me dice alguien más.

Me cansa tener que estar fuerte, de buen ánimo, tener buena actitud para este proceso. Pero la otra opción es una oscuridad  tan desesperante y solitaria y dolorosa a la que no quiero volver nunca. No es una decisión ser valiente. Es que no hay de otra.

A veces he llegado a llorar del cansancio. Dos veces. Hoy fue una de esas.

Faltan 7 semanas. En una más viene la dosis 4. Y luego 2 más. Y luego no más.

Estoy sana- me repito. Sana. Esto es preventivo. Y no es tan malo como yo pensé.

7 semanas.


Gotitas de lluvia

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