Usted ha sentido que este año se le ha ido rapidísimo o ha pasado muy lento?
Las dos cosas. O no sé, la verdad. En marzo me puse muy mal cuando de repente empezaron a subir los casos y se declaró emergencia nacional y sentía que iba a faltar comida. La desesperación de la gente haciendo fila en el super, de no encontrar toallitas de cloro, alcohol, todo eso me descompensó. Recuerdo el ataque de ansiedad que tuve el día que anunciaron 37 casos. Fue cuando llamé al doctor y él me preguntaba si yo estaba bien, si Pato, si los míos, si todos estábamos bien y fue cuando me dijo que era mejor que volviera a tomar medicamentos.
Después los aumentó y la verdad no recuerdo cuándo fue eso, pero sí sé que pedí cita porque no estaba durmiendo y me sentía cada vez más ansiosa y sin razón. Estaba incluso teniendo taquicardias.
Me recuerda un poco el hueco en la memoria que tengo del día que me diagnosticaron cáncer de mama al día que me operaron. 2 meses perdidos, a pesar de que nunca he estado más alerta, más pendiente, más consciente de lo que estaba pasando.
¿Me puedo quitar la mascarilla aquí? Gracias.
Y no sé, este año me recuerda un libro que se llama El año que estuvimos en ninguna parte. Hemos estado en un limbo y ya de repente es noviembre y diciembre y la gente quiere que sea Navidad por la idea de que el 1 de enero todo va a cambiar y lo cierto es que mientras no tengamos vacuna vamos a seguir en este mismo barrial, sin podernos mover hacia ningún lado.
Para mí ha sido estar más ocupada. De repente pasar a ser ama de casa. Siento que paso recogiendo todo el día cosas, limpiando, cocinando, haciendo mandados, atajando a Pato, haciendo tareas… lo que nunca había hecho y sinceramente esperaba nunca tener que hacer.
Ha sido bueno trabajar desde la casa. Anímicamente me siento mejor que yendo a la oficina o pasar horas en presas, pero no tengo oficina aparte. Mi esquinita queda a la par de la puerta que da al patio. Todo el mundo pasa por ahí a todas horas. Si prenden el microondas pierdo la conexión a internet. Pato parece que huele cuando estoy en llamada o en video y simplemente llega con alguna urgencia de él.
He seguido nadando y eso ha sido una salvada. He bajado de peso. No me ha faltado trabajo. No todo ha sido malo.
Lo que me ha hecho sentirme más perdida en el tiempo ha sido dejar de ver a la gente. No es que yo sea sociable, para nada, soy introvertida, prefiero estar sola. Pero me hace falta. Sobre todo con clientes con los que trabajo hace muchos años, con los que me llevo muy bien, me hace falta llegar a sus oficinas, saludar, reírme, vacilar, que me cuenten qué ha pasado. Me hace falta sentirme reconocida y apreciada por ellos, estar con ellos, que me cuenten sus cosas, que solucionemos problemas juntos. Que me vean sonreír y hacer muecas y verlos a ellos hacer lo mismo. Esa intimidad y esa cercanía. Perder eso creo que es lo que ha afectado con más fuerza mi noción del tiempo. Me emociono mucho cuando veo a alguien. Atesoro en la memoria ese ratito y luego lo repaso mentalmente muchas veces tratando de revivir lo que sentí. Y siempre pienso que cuando esto pase y pueda darle un abrazo a cada una de esas personas, voy a llorar mucho. Porque me he sentido muy sola
Entonces no sé. Ha pasado rápido y lento a la vez. Es un año perdido.
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