Al día siguiente de que llegó Pato, tuve que ir a declarar a in juicio. Pasé el día encerrada en una sala sin ventanas, esperando impaciente mi turno, porque lo único que tenía en la cabeza era él. No podía pensar, ni procesar, ni recordar; solo sentir. Me dejaron de última porque era el testimonio estrella. Por lo menos ganamos. En esa misma semana, me convocaron a una reunión donde un cliente. Otra vez me vestí de persona, traté de concentrarme, me preparé en el tema, dejé a Pato llorando en la casa y crucé la ciudad. Me tenían preparado un té, con queque, decoraciones, regalos, videos de Pato que les había pasado por el celular. Y como ahora las hormonas del parto que no tuve me tienen secuestrada, se me salieron las lágrimas y les agradecí que validaran mi decisión y que me consideraran tan mamá como cualquiera. Una de ellas me contestó, también conmovida: “Lo más fácil es parir” y tenía razón.
Pato se baña en una tina con sepetecientos juguetes. No puede faltar ninguno porque lo recoge y lo mete al agua. El otro día se cagó, probablemente la relajación y el agua tibia. Nos dimos cuenta cuando empezaron a salir a flote pequeñas bolitas de caca. Me estpy bañando, disfrutando de ese cortísimo tiempo para mí sola, cuando una manita gordita corre la cortina y me ofrece un patito de hule.
Todas las noches le leemos a Pato algún cuento. Ese día tocó Blanca Nieves y sobre la marcha, tocó también modificar el cuento:
“La madrastra, que era de esas viejas locas que solo piensan en ser bonitas, como si eso fuera todo en la vida…”
“Iba pasando un mae que era príncipe porque el papá era rey, pero él había estudiado e iba de camino al brete, porque hay que trabajar para ganarse la vida y no vivir de los demás”
“Y entonces los enanos aceptaron que el príncipe se llevara a Blanca Nieves a un hospital, con la condición de que los acompañara Tontín. Los médicos ayudaron a que Blanca Nieves se despertara. Cuando se curó, ella y el príncipe se conocieron, hablaron mucho, se contaron sus vidas, salieron, se divirtieron y cuando se dieron cuenta que se estaban enamorando y que querían hacer un proyecto de vida juntos, se fueron para un castillo aparte y por el momento, han sido muy felices”-
Me preguntan qué se siente, como si yo supiera que sé siente cuando el niño llega porque lo pariste. Qué decir? Vos ya sabés que era lo que se venía pero es algo que no se puede realmente explicar hasta que se siente, como tantas experiencias en la vida. Cuando me iba a ir a Alemania, yo le rogaba a mi profe de alemán que me contara cómo era Berlín y él me decía que no se parecía a nada, que no me podía decir nada, porque simplemente era totalmente diferente a cualquier cosa que hubiese vivido antes. Y así era. Así sigue siendo.
Antes creía que tener a Fuser había sido una preparación para Pato. Pero no se compara. Igual que Berlín, es algo que no se puede explicar bien. Yo creía que sabía a qué venía, los riesgos, las cosas malas, pero jamás me esperé estas cosas, esta sensación de estar atrapada. A veces siento que lo quiero ahorcar y a diferencia de Fusi, no se entretiene solo, no hace nada solito y siempre quiere estar con alguien, específicamente conmigo. Vivo de siesta en siesta, de merienda en merienda, descubriendo que la ventaja real de la muy cacareada rutina es que la mamá sepa que a tal hora finalmente se duerme. A veces se siente como tener una cadena y al final de la cadena, un monito que no se queda quieto nunca.
Yo quiero creer que ser sincera conmigo y reconocer queme siento mal, que hay cosas duras en esto, que no todo es sacrificio y cosa bella y madre consagrada a la Virgen, es algo que me aporta salud mental. Que esta es la crisis más fuerte de la vida. Que aquí es donde se ponen a prueba todas las cosas. Que todo pasa.
Ya me voy sintiendo poco a poco mejor y aunque extraño mucho mi vida- fueron muchos años de hacer lo que me daba la gana- lo cierto es que defendería a Pato con mi vida si tuviera que hacerlo. Me consela pensar que ya viví, que ya viajé, que trabajé y estudié, leí, me reí, que Pato es deseado. No me imagino cómo hacen las mamás solas, las que no están solas, pero quedan embarazadas jóvenes, las que no tienen con quien contar o con quién apoyarse o las que tienen un marido que no mueve un dedo, no se levanta de noche y manda a decir que callen al güila porque los tiene locos.
Leo artículos como éste y sé que es una realidad pero no quiero que sea la mía. No quiero terminar así. Me animo a hablarlo. Me animo, porque casi nunca digo nada de lo mío. Mi amiga me escribe y me ayuda, con lo que dice a descubrir que tal vez, lo que pasa, es que entre tanto fantasma, corre corre, olvidos, culpas y ajustes, no lograba ver que yo no calzo entre tanto esquema mamá que leo por todas partes .
Mi amiga me dice que me imagina “con todo el estilo del mundo y un humor maravillosamente afilado, manda a la mierda a todo aquel que se atreva a decirle cualquier cosa” Y pienso “ Eso! Ese es mi modelo de mamá, el que me queda a mí!”
Hace muchos años hice un monólogo de teatro donde le hablaba a mi hijo- imaginario- que era un niño. Le hablaba de Chile, de él, de cómo había decidido que viniera a mi vida. En esa época, pensaba que se llamaría Santiago, antes de que el nombre se hiciera tan corriente.
Ese día puse a Pato a escuchar a Víctor Jara. Al inicio, Víctor habla. Pato paró lo que estaba haciendo y creo que reconoció el acento, porque sonreía. El día anterior habíamos ido donde los abuelos y escuchó todo el domingo la melodía del hablar chileno. Luego empezó a bailar, zapateado, como en las cuecas. Lo veo y se me llenan los ojos de lágrimas. La memoria me pasa la película del primer viaje que hice a Chile, cuando fui a la Fundación Víctor Jara, cuando conocí a Joan, la esposa de él, lo que sentí, la luz del sol en el Barrio Brasil, cuando fui al estadio donde lo mataron, todo lo que significa Chile para mí… y supe que valió la pena, aunque tantas cosas sean diferentes a como originalmente las había planeado y no se llame Santiago.
Mi amiga me manda además este artículo y es como si me quitara la nube de tormenta que siento encima. Recupero un poco el aire y un poco de la persona que yo era. Compro el libro y me alegra ver la ciencia que he andado buscando de las implicaciones de ser mamá. Todos los días me preguntaba porqué nadie te hablaba de esa parte dura de la maternidad. Todos los días me enojaba ante la satisfacción perversa de lo que te dicen “Duro, verdad?” “Ah, pero usted quería…” o “Después del gustazo viene el trancazo”. Hijos de puta, todos, todos los que ven ser mamá como un castigo merecido por quién sabe cuáles pecados.
Todo lo que dice el libro me ha pasado. Ayuda a que me baje la culpa, que entienda qué me pasa y entender lo que viene. Me dice que con la maternidad se activa la necesidad de rodearse de otras mujeres, de contar con el apoyo de mamás o abuelas o hermanas que ya fueron madres. Yo no cuento con nada de eso y ahora entiendo porqué me siento tan sola. Dice que al inicio todo el marco de la mente está tomado por el bebé. Es cierto. Pero que con la imposción de seguir con la vida, poco a poco va cediendo espacio: por eso es que yo me voy sintiendo poco a poco, como antes. Y que en casos de emergencia, asume el control de la mente de una sola vez.
Mi libro me confirma lo que he sabido desde que aprendí a leer: no me fallan, puedo confiar. Mi libro nuevo dice que toda esta información no suena novedosa, que cualquier abuela o mamá te la podría decir. Pero el punto es que no te lo dicen y no se sabe bien porqué.
Ayer me acomodé a Pato sobre el hombro izquierdo, su favorito desde que nos conocemos. Ahí se calma cuando llora, ahí hace sus ruiditos cuando está chineado, ahí se duerme cuando está cansado. Noté que ya no cabe igual, que pesa más. Mi patito está creciendo en mis brazos.
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