Empezamos con una visita a mi oficina. Vos vestido de marcas caras para que nadie hable mal de vos ni de tu mamá. Además te ves de lo más lindo con esos colores. Pero casi no podemos entrar porque a mí se me olvidó que vos perdiste la tarjeta de ingreso. Al guarda le damos lástima, sobre todo vos que venís dormido y babeando y nos dejan entrar de contrabando.
No he llegado a la puerta principal y ya voy sudando, pero ahora ando siempre una cola en la muñeca para estas situaciones. Todos te saludan y vos saludás a todos. Conocés a la gente que nos acompañó en todo esto, a los amigos, a Claudio, que es como si fuera un abuelo o un tío muy querido. OPara mí era importante que lo conocieras. Pintás con pilot verdes, te sentás en los escritorios, corrés por los pasillos, te regalan dos paquetes de galletas y un néctar que te echás encima de la ropa nueva.
Llegás dormido a la casa y te despierto a la fuerza porque tus abuelos vinieron de sorpresa a verte. Te examinan por todo lado. Te dicen tu nombre de antes pero vos no te enterás porque ya llevás muchos días siendo Patricio, mi Patito. Piropean tus ojos. Dicen que tu pancita es la de tu papá. Cuentan que tu papá se escapaba a ir a ver unas vacas en un potrero cercano, allá en Turrialba, y se llenó de garrapatas. Vos te lucís sacando todos los juguetes y haciendo los tres truquitos que te sabés. Inspeccionan tu cuarto y opinan que cualquier día te caés de la cama. Revisan tu vasenilla en forma de inodoro y dicen que aunque suena la cadena, le falta el agua. Haciendo cuentas, nos damos cuenta que llegaste a esta casa el día en que cumplía años Fuser.
Hubo que cambiarte porque creo que la papaya de la mañana te cayó pesada y el olor a fruta podrida la confirma. Quedás en camiseta de perritos y pañales. Al final del día, la camiseta está tan mugrosa como tus codos y tus rodillas.
Oímos que alguien está pujando con fuerza y cuando te buscamos, estás sentado en tu inodoro haciendo fuerzas, con los puñitos cerrados. No me explico cómo te quitaste el pañal solito pero parece que el entrenamiento ha estado funcionando. Aunque sea una única vez al día.
No querés almorzar pero luego te me acercás con la nariz y la boca llena de tierra. No hay forma de ponerte a dormir y vas de allá para acá aplaudiendo.
Yo arranco los tréboles del jardín mientras vos jugás con un palito en la tierra. Te subís a una parte del jardín de la que no sabés cómo bajarte y gritás y gritás y practicamos cómo bajarte solo, una y otra vez. Parece cualquier cosa, pero yo sé lo que es eso de sentirte sin salida cuando era cosa de dar un pasito chiquitito. Me cuesta esto de no ayudarte y no hacer las cosas por vos, pero sé, en el cerebro, que es lo correcto. Yo quisiera que vos seás un luchador, que no te des por vencido, que aunque las cosas no salgan a la primera, intentés todas las veces hasta que lo podás hacer.
Salís corriendo cuando escuchás un trueno y cuando empieza a llover, salimos para que podás sentir esa maravilla que es mojarse.
Te dormís un ratito para despertarte de chicha y hacer un berrinche de esos que te dejan respirando en sollozos. No sé porqué llorás. Si dormiste muy poco. Si lo estoy haciendo mal. Te llevo a tu cuarto y te digo que te quedás ahí hasta que dejés de llorar, pero no logro mantener la amenaza y cuando ya estás rojo de llorar, cuando casi tenés hipo del colerón, cuando ya estás ronco de gritar “Mamá”, cedo y voy por vos. Dejás de llorar cuando te alzo.
Vos seguís en tus muchos proyectos chiquititos simultáneos. Hoy no hemos seguido para nada el horario y eso debe ser lo que te tiene tan activo. Finalmente cenás un poquito de cereal y cuando te bañás, es otro jolgorio. No sé si esto de verdad te relaja o te alborota. Un chupón, un cuento, una cobija y buenas noches.
Pensaba que ya me iba acostumbrando a vos pero todos los días me doy cuenta que hay cosas nuevas. También me río de tus ocurrencias, de tus juegos, de tus cosas, pero también me doy cuenta que eso que tanto me maravilla es intrascendente para todos excepto para mí y para tu papá.
Pierdo la cuenta de la cantidad de besos que te doy durante el día. Las veces que nos lavamos la cara. Las veces que ensuciás lo que andás puesto. Cuántos pañales cambiamos, cada vez con más expertise, con un talento que sirve de poco cuando pensás en sos hijo único. Pierdo la sensación de las horas. Llevo como 3 días sin llorar. Tengo un poquito más de paciencia. Tengo más resistencia al lloriqueo y puedo pensar que es cualquier cosa y no necesariamente algo malo.
Yo hoy pude hacer apenas tres contratos. No importa. Quisiera tener toda la vida para vivir un día como este muchas veces.
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