Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Blackout

desde la isla de

Chiquillas, mañana ustedes se van. Hemos estado las tres juntas desde aquel lejano 1984, cuando Mimí ordenó que me compraran brassieres porque no podíamos andar campaneando por ahí y ya las camisetas y combinanciones simplemente no daban abasto. Había tan poquito para dar abasto… eran apenas una hinchazón que se asomaba, pero que requería cubrirse, para no cometer obras contra el espíritu santo.

Nunca me fijé mucho en ustedes, salvo para quejarme de su tamañito tan reducido. Eso fue antes de engordarme, claro. Antes de que asumieran esta condición frondosa (bueno, una más que la otra, hay que ser justas) que al Patán le hizo preguntarme si me había puesto tetas y a mí responderle que era que estaba gorda.

Nunca fueron muy allá. No eran un activo canjeable. Nadie hubiera querido verlas ni comentado al respecto. Podíamos andar cómodamente en camiseta sin brassiere y no había que cambiar tallas en muchos años. Nunca hubo que preocuparse de escotes o de que se viera algo. Además Mimí ya no estaba y eso también ayudó, hay que reconocerlo.

Ahora sí me van a poner, porque ustedes dos se van. Mañana se van. Se va el relleno, en realidad, que es lo que está enfermo, pero estamos cortando de raíz porque yo no quiero una quimio ni irradiarme y si tiene que pasar, pasará, pero no quiero. Hoy no.  La piel se queda igual. Los pezones se quedan igual. No sé si se notará o no con todo tan parecido. Le pedí a la doctora que lo que viene sea tan parecido a ustedes- pero más simétricas-  como fuera posible.

Esta doctora me da confianza. Me gusta su trato, me gusta que dice malas palabras, me gusta que entiende que me ponga a llorar cuando pregunto. Me gusta que me responde correos, que me dedicó tiempo, que me enseñó implantes, que discutimos cuál sería mejor como si estuviéramos escogiendo juntas qué ponernos para ir a un baile. Me gusta que me siento acompañada y me gusta porque desde ese lugar extraño donde me siento aferrada a la vida, ella está bien y eso es bueno.  Me gusta que le guste a mis amigos médicos, que dicen cosas buenas de ella.

Supera, por mucho, al otro patán, al que me dijo deforme, al que amenazó con dejarme como una rumberita con el pecho de tarima de la barbilla, que se rió de mí cuando quise saber cuándo podría nadar de nuevo, que ni siquiera me dio opción al seguro, que cuestionó la decisión de operarse, que me trató como si fuera un gusto, una cabeza hueca cualquiera que quiere ponerse tetas para ganarse la vida enseñándolas. Chiquillas, no les dije nada, pero ese día salí desmoralizada de ahí y dispuesta a no dejar que las tocaran. Al día siguiente me fui a nadar y se me olvidó el paño, el teléfono y los calzones. Me regresé a la casa empapada y me quedé hecha un puñito en la cama, con Fuser de enfermero. No hubiera querido que ese hombre estuviera a cargo del cuchillo que las abrirá mañana.

No sé si decirles que me harán falta porque todavía no tengo tan claro que tanto son parte de mí y que tanto no. Me he convertido en mi mamá y le he contado a todos que me opero y porqué y que se hagan la mamografía, según yo de activista. O de chismosa. O porque me come la ansiedad o las dos cosas. O las tres.

Gracias a ustedes y a este enredo, me he dado cuenta de cómo quisiera morirme un día si tuviera tiempo de planearlo y que conste que no lo estoy planeando para mañana ni mucho menos. Es más o menos como la peli de Qué bello es vivir. De repente te das cuenta de la gente a que una le importa y te sentís querida y acompañada y hasta que has incidido un poquito en la vida de la gente.

¡Qué pena! ¿verdad? Darnos permiso de decirle a los demás lo que significan para nosotros solo cuando sentimos que  existe el riesgo de no volver a verlos.  Y es bonito. Me, myself and I tenemos muy presentes todas las veces que hemos metido las patas, pelado el rabo, hecho una chanchada, dañado sin querer o queriendo. La cuenta de las culpas está clarita y al día. Rara vez tiene uno la oportunidad de sentir que ha hecho bien algunas cosas y que sean terceros los que se lo dicen. Rara vez tiene uno el chance de sentirse agradecido y feliz y no un asco de ser humano.

Dejamos el agua, antes de lo esperado. Serán dos meses antes de volver a empezar de cero, pero ya con muchas horas acumuladas. Ya vimos, además, los efectos: me late mucho más lento el corazón, es decir, es mucho más eficiente. Y un sector del corazón, que tenía con un bloqueo, empezó a generar nervio solito, gracias al ejercicio y ahora se da electricidad solito. El doctor pensó que el electro no era el mío. Un nadador shaolín, dijo Alicia, sabe que a veces pasarán días en los que hay que respirar en calma mientras regresa al silencio del agua que dará la fresca bienvenida a sus cicatrices. Y es cierto.

He pasado tranquila, salvo las dos estacas que siento en la espalda. Tenía que cerrar el chinamo y no he podido. La vida avanza y voy por la tercera cicatriz visible. Soy una mujer cicatrizada, pero no soy mis cicatrices. Soy mucho más que eso. Mucho más que un par de tetas, por más acostumbrada que esté a tenerlas y no determinarlas nunca.

Ahora vienen días de back to the future, sin teléfono, sin compu, sin tele, sin comunicación. Sin poder mover los brazos. Quiero pedir que me den algo que me duerma todo el día para no preocuparme por todos los correos que no estoy viendo llegar pero que sé que se me acumulan. Entro a un blackout completo y me quedo solo con lo que tengo adentro. De eso Mimí no tendría que preocuparse, porque eso creo que sí me da abasto.

Hace 25 años, un hombre me enseñó que el mar Rojo baja una vez al año su caudal y que eso fue lo que permitió que los israelitas abandonaran Egipto.  El milagro era un evento natural científico. El milagro estuvo en que supieran cómo aprovecharlo. Ahora me explicó que el milagro está en la verdad. Me dijo “’¿Para qué salieron de Egipto? ¿Para dar vueltas en el desierto o para entrar a la Tierra Prometida? ¿Y si tus 40 años de caminar en el desierto ya hubieran pasado y lo que vas a cruzar es el Jordán? Es momento de empezar a planear los próximos 40 años”

Así es chiquillas. Es momento. Cuando ya todo haya pasado y esté bien y tenga a Santiago en los brazos para darle chupón porque no voy a poder amamantarlo pero sí quererlo igual, le voy a contar de Alejandro, de Mimí y de cómo eran ustedes, tan parecidas a esas que conocerá ese bebé chinito de ojos color almendra que tiene esa mujer a la que espero que le diga mamá.

Háganse la mamografía. Regásela a su pareja, a su mama, a su suegra, a su hermana, a su hija. Y nunca, nunca, pierda la oportunidad de decirles y de darles LOL. Somos mamíferos, tan básicos como en la primera luna, tan necesitados de cariño y de solidaridad como entonces o quizás más todavía.

“Mamá”- me va a decir. Mamá. Empezarán entonces los otros 40 años.


Gotitas de lluvia

Una respuesta a “Blackout”

  1. Increíble! No hay palabras que agregar. Que todo esté bien. Aunque eres tan fuerte, recuerda que te tendré en mis mejores pensamientos.

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