Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Más allá del asalto ¿Qué hacemos?

El Precedente

El domingo, en una actitud totalmente igualada, casi que chateaba por Tw con @GonzarloECaceres,  un señor chileno que conduce varios programas en la DW, entre ellos, en algún momento Quadriga. El había salido a caminar por su barrio en Berlín, que resulta que también es el mío y se maravillaba de la seguridad, de eso de poder caminar, cruzar parques, bosques, calles, a la hora que fuera, con total seguridad para mujeres, ancianos y niños y se lamentaba de que en Chile eso no era posible. Es cierto. Me consta. Tanto la parte chilena como la alemana.

Los hechos

Fuser y yo íbamos caminando tranquilos. El amanecer había quedado como a tres cuadras. El revisaba emails olisqueando pocos de zacate, dejaba recados orinando postes; mientras yo me entretenía revisando la actividad nocturna de los vampirillos de Tuiter. Al comenzar la segunda vuelta a la plaza Roosevelt, justo frente al correo, un hombre negro, calvo, alto, vestido de jeans negros y sudadera negro y rojo venía hacia nosotros. No lo determiné porque mucha gente camina a esa hora por esa acera. Me pareció ver cómo se levantaba la sudadera y pensé que era curioso, que seguro se pondría las manos en la panza para calentarse. Lo que sentí fue el cañón de una .38 en la frente “No grite. No corra. Tranquila. Deme el teléfono”. Fuser no ladró ni se movió. Temblaba del susto. Había varia gente en la plaza. Todos voltearon a ver hacia el otro lado.  Se lo di y el tipo siguió caminando como si nada hacia el sur, bajando la cuesta. Yo salí casi corriendo, arrastrando a Fuser, hasta llegar a la casa.

El durante

  • Lo primero que pensé fue que me iba a violar. No trató de tocarme, ni nada. Ser mujer tiene muchas cosas buenas, pero ser mujer es una mierda. Pensé que me iba a violar. Y quise llorar por lo que pensé que me tocaría vivir. Se me activó el cassette de toda la vida “Cuidado la tocan. No deje que se le acerque. Tenga cuidado con los hombres. La pueden violar”. Finalmente iba a pasar.  Pareciera que una pasa la vida evadiendo ese momento, hasta que te alcanza. Y una tiene una certeza oscura de que te va a alcanzar, aunque pasés toda la vida corriendo
  •  Muchas de mis pesadillas tienen que ver con alguien que me persigue para asaltarme. Curiosamente, la realidad tuvo menos terror que el sueño.
  • Por un momento sentí que me salí del cuerpo y me vi del otro lado de la plaza. Vi mi cuerpo caer al piso, del impacto de un balazo. Por un teléfono. Pensé “¡Qué frágiles que somos! ¡Qué frágil la vida, el ser humano!”. Que si disparaba, me matara de una vez, pero no encerrada en el cuerpo. Por un momento.
  • También tuve un pensamiento lleno de furia y egoísmo “Si estuviéramos caminando en Avenida Escazú, no me habría pasado esto”.   Si viviera en una miniciudad amurallada. Si tuviera la plata. Si no me importara. Pero afuera de esa muralla pasarían estas cosas y otras peores. Entonces tal vez no tendría jardín con hierbitas ni tendría a mi perro ni el orgullo chiquito de finalmente tener mi casa y viviría amargada por otras cosas. Pero a la vez, no quiero pagar un precio tan alto
  • Y recordé, muy atrás en el tiempo, una mañana en la acera de la casa de mi abuela materna, cuando un tipo me exigió, cuchillo en mano, que le diera mi bicicleta y se la di, a mis 6 añitos probablemente con la misma cara de terror que a mis 41.  Mi único antecedente previo con estas cosas.

 Las reacciones

  • No faltó quien me dijo, tratando de ayudar, que ya estaba vieja para hacer drama, que controlara el miedo. ¿Cómo decirle qué se siente tener una pistola en la frente? ¿Cómo, o más bien, porqué disculparme por ser mujer y tener emociones?  Yo no quiero ser un hombre. Supongo que el hecho que a uno le pongan una 38 en la frente, no es motivo de alarma y además, las mujeres siempre lloramos por todo ¿Cómo hacerle entender qué se siente cuando a una la invade ese ácido podrido del pánico a ser violada? ¿Sabés qué? Yo quiero poder llorar cuando quiero. Quiero que alguien me abrace y me consuele y me diga que todo está bien, que no va a pasar nada malo. Quiero que nadie me diga qué es lo correcto para mi edad o para un asalto. Eso quiero.
  •  No faltó quien me dijera que solo a mí se me ocurre salir con el celular en la mano. Claro, solo a mí se me ocurre ponerme enagua. Solo a mí se me ocurre usar vestido de baño para nadar. Solo a mí se me ocurre exponerme, saliendo a la calle.
  •  Se me metió un pensamiento intruso y optimista “Pudo ser peor”. Sí. Es cierto. Pero es triste que uno se tenga que consolar pensando en que fue solo material. Que de por cierto que estas cosas le van a pasar.
  •  Ya he hecho que en la infancia me tocó pasar por situaciones de abuso. La cara de este tipo la tengo, en este momento, como grabada en la retina. La reacción de temor, de confusión, de vulnerabilidad, de impotencia, es muy similar a la de entonces. Por ratos quisiera hacerme una bolita y quedarme en un rincón. La violencia funciona muy parecido en todos los ámbitos.
  •  Alguien me preguntó cómo estaba segura que era una .38. Fácil: no era una .22 ni una 9 ml. Obvio, estoy recurriendo al sarcasmo.
  • Las hay físicas. He tenido mucho frío todo el día y escalosfríos un par de veces. Se me aflojó la panza. Y si me descuido, se me salen las lágrimas.
  • El Patán quiso saber si me oriné o si me cagué con la pistola. Porque afirma que a él le hubiera pasado. También amenazó con matar al ladrón en caso de topárselo. Pura paja, por supuesto.

Las acciones

  • Marcelo canceló la línea, llamó al 911 y mi hermano, en 20 minutos, me consiguió un teléfono nuevo en el ICE. Para las 10 de la mañana, las cosas, por fuera al menos, se sentían normales.
  • Le escribí al alcalde de Montes de Oca, el mismo que entre líneas me ha dicho clasista, carente de compasión cristiana y comemierda por quejarme del problema de los indigentes en el cantón, asegurando que era un tema de ornato y que de todos modos, los pobrecitos no hacían ningún daño. Le pedí que se ahorrara los “lo siento mucho” y “lo material se repone”, porque la seguridad del cantón la financio con mis impuestos y no los estoy viendo.
  • No iba a denunciar, pero la verdad es que a este desgraciado lo podría reconocer en cualquier parte así que mañana voy para el OIJ. Y sé que me pueden decir que es una bagatela, pero no me importa porque a mí el abogado me sale gratis. Quiero que me enseñen fotos. Quiero que hagan un retrato hablado. Quiero sacarle fotos con mi teléfono nuevo y pegarlas por todo San Pedro, en la U, en el super, en la Muni, en las paradas, para advertir a la gente de este tipejo.
  • Y si me devuelven en el OIJ, le escribo al fiscal general, para decirle que no es una bagatela. Que el teléfono puede ser que no llegue al monto mínimo que ellos usan para aceptar denuncias, pero que el bien jurídico tutelado no fue solo el teléfono, sino mi propia seguridad y tranquilidad, que son inestimables. No es un celular. Es un robo agravado.  Que prefiero que dejen pasar 60 toneladas de Coca para que los gringos se las metan por la nariz a que esto que me pasó a mí le siga pasando a más gente. Que los ciudadanos somos los más afectados con esa criminalidad que dicen que ha bajado. Baja porque no nos atienden y entonces ya no denunciamos. Porque los que pagamos impuestos somos considerados bagatelas. Poco importantes. Porque parece que estamos obligados a soportar cierto nivel de crimen, cada vez más cercano y más alto. Porque no cometemos crímenes de cuello blanco y somos víctimas de lo que lo que antes llamaban cadenazos. Que en San Pedro de nada sirvió esa torre en la esquina del Banco Nacional que parece de campo de exterminio. Señor director de la DIS. Señor Fiscal General: No es a los estudiantes a los que hay vigilar con AKs 47.
  • Mi hermano me dice que al final, Fuser me defendió con su calma. Yo ya no creo en los mundos paralelos ni los what if. Pero tal vez es cierto que si Fusi hubiera ladrado o mordido al tipo, algo peor hubiera pasado.
  • Quisiera hacer algo. Hablar con los vecinos. Ir a una de las sesiones del Consejo. No quedarme sentada ni agachar la cabeza ni resignarme a que esa es la descomposición social que toca ver con los brazos abajo. Quisiera algo como un movimiento ciudadano, pero hoy no se me ocurre nada.
  • Me sorprende la cantidad de armas que andan en la calle. Una amiga me contó de un asalto, en el que fue víctima, también con pistola en mano. Mi asistente, asaltado de camino al super por un grupo de cinco chiquillos, uno de ellos armado. Cada vez más de nosotros somos víctimas de lo mismo.
  • No dejo de pensar en la gente que no hizo nada, pero no los culpo porque había un arma. A la vez, pienso en Brecht y en aquello de que cuando vinieron por los comunistas, yo no hice nada porque no era comunista. Y sí, reconozco que no lo había pensado antes. Fue hasta hoy, que vinieron por mí.
  • Un hombre negro, indigente, suficientemente desesperado como para enfrentarse a un pastor alemán del tamaño de un ternero y para usar un arma en plena luz del día por un teléfono bloqueado, una seguridad inexistente, una sensación de matadero. Tal vez de lo que soy víctima es del capitalismo.
  • Mañana tengo teletrabajo por el molote de la sele. Y pienso ir a nadar a ver si acaso me lavo esta tonelada de tristeza y de desconsuelo.

2 gotas de lluvia en “Más allá del asalto ¿Qué hacemos?”

  1. Anchas Alamedas » Blog Archive » De cómo Sole le patea TODAS las crayolas al OIJ dice:

    […] Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. « Más allá del asalto ¿Qué hacemos? […]

  2. Marina dice:

    Lo siento mucho…. Y no es simple expresión que denota consideración cuando cosas como estas pasan, sino porque de verdad lo siento. Lo vivo, lo viví.

    Justo hace unos 4 años, octubre también, en el mismo lugar. Acompañada de mi mejor amiga, veníamos de la U rumbo a su casa a escasos 200 metros de la Plaza Rosvelt. Dos tipos armados nos pidieron los teléfonos, para entonces yo no usaba celular, mi amiga sí.

    Nunca sabés cómo vas a reaccionar y cómo cuesta que la gente entienda esto. Uno de los hombres agarró a mi amiga y el otro a mí, también pensé que nos iban a violar, que nos iban a matar. Grité grité con todas mis fuerzas, el hombre me apuntaba y decía que me callara o iba a ser peor, me agarró del cuello y lo mordí, lo mordí muy fuerte, me soltó me empujó y caí, me levanté rápido y agarré de la mano a mi amiga, uno de los tipos ya había salido corriendo por mis gritos, mi amiga estaba inmóvil, el tipo del arma comenzó a correr también cuando un carro paró y se bajaron 2 personas, sólo acaté a correr mientas le tomaba de la mano a mi amiga, me caí otra vez…. volví por ella,no se podía mover…..

    Llegamos a su casa y lloramos mucho juntas… yo sólo atiné a llorar y a llorar, cuando el susto había pasado, vi que mi jeans estaba roto y mis piernas sangraban. Fue la cosa emocional y físicamente más violenta que había vivido, no pude caminar en 15 días, tuve moretes por un mes en las piernas. Los ladrones no nos robaron nada material pero nos robaron la paz. También fui a poner la denuncia, tuve que tolerar la revictimización de mi familia, de los colegas del trabajo, de la familia de mi amiga, y encima de quienes no quisieron tomarme la denuncia en el OIJ porque no hubo robo. Porque yo debí de entregar el bolso con la ropa sucia del gimnasio, porque no debí de gritar, no debí de morder al hijueputa, no debí correr, no debí caerme, no debí devolverme por mi amiga.

    Los siguientes 2 meses transcurrieron conmigo pegando gritos cada vez que sentía a alguien que se acercaba. Tomando taxi de mi casa al trabajo, del outlet mall a la U los días que salía tarde, resistiendo las malas caras de los taxistas por hacerlos ir a 300 metros y yo pagándoles de más sin recoger el vuelto, con los ojos llorosos queriendo explicarles que me habían asaltado y que tenía miedo, siendo testigo en carne propia de la victimización que atraviesan quienes son ultrajadas de diferentes formas. Nunca más decirle a alguna persona qué debe de hacer frente a tal o cual cosa, sólo acompañar, escuchar, conmoverme, que es lo mismo que estar con alguien. Cada quien reacciona y hace lo mejor que puede hacer en ese momento. Punto.

    Todo esto te lo cuento porque me propuse que lo único que podía hacer entonces era no callar, empapelé varias cuadras de la U con mensajes al estilo grafitti anunciando «Por la roosvelt asaltan» «La culpa es del asaltante no de la persona asaltada» «Nadie merece el miedo» «Me cago en el sistema, que empobrece a la gente económica y espiritualmente al punto de tener que asaltar». Era mi forma de sanarme, de denunciar, de cumplir con lo que me propuse, de estar con la gente que a diario es asaltada en este sistema de mierda y que sólo reciben hombros encogidos, consuelos de «pudo ser peor», regaños o consejos de resignación.

    Ya han pasado 4 años desde entonces, no había vuelto a hablar de este episodio pero tengo las imágenes grabadas, sigo sintiendo el mismo desconsuelo cuando alguien me cuenta de un asalto, siento la rabia con el sistema penal de este país que se empecina en el narco descuidando otros actos delictivos que por su gravedad y las consecuencias son más pandemia que la droga misma. Porque viví lo mismo, porque estuve llena de rabia, llena de miedo, llena de culpa, es que te digo que estoy con vos en rabia, en tristeza, en impotencia.

Y vos, ¿qué pensás?