Hace unas semanas, salió esta noticia, que, obviamente, levantó e incendió a las fuerzas vivas de los comentaristas de La Nación, que en un agradable menjurje, criticaban y opinaban de todo, menos del tema de fondo. Uno sabe, de por sí, que leer los comentarios de @nación es una incitación a la gastritis o al harakiri, dependiendo del tema. Pero al leer cosas como que la mujer de la noticia no tenía derecho a interesarse por el tema nazi por no ser europea (en realidad dijeron que por no ser alemana) o defender el tema alegando derecho de expresión, tuve algo así como el impulso de instalar ese app para bloquear los comentarios, o, en su defecto, ordenar mis pensamientos sobre el tema. A ver si lo logro.
Antes de entrarle, algunas aclaraciones de fondo:
- Soy pro estado de Israel, pero creo en el derecho de autodeterminación del pueblo palestino. No las veo como ideas contrarias.
- No creo que todos los alemanes sean nazis y creo que es injusto darles ese calificativo a todos.
- Soy una fiel convencida que los alemanes viven el día a día con la culpa de lo ocurrido y no parece que vaya a cambiar en las próximas décadas.
- Estoy convencida que todos los países deberían aprobar legislación específica que convierta en delito la incitación al odio, como la que hay en Europa.
- Vamos a partir de que el periodista consignó correctamente lo que le dijeron, porque si no fue así, no tiene gracia.
Ahora sí, entrémole:
- No es noticia, ni es increíble que aun siga habiendo gente que cree o apoya el movimiento Nazi. Lo sorprendente es que tengan el descaro o la seguridad de expresarlo abiertamente. Cuando yo estaba en la U, conocí muchos de esos admiradores del Nazional Sozialismus, que solo revelaban sus sentimientos respecto a la guerra, a Adolf y a los judíos cuando te tenían confianza. Por lo menos sentían vergüenza de hablarlo públicamente. Le enseñaban a uno la foto del abuelo en uniforme alemán a escondidas y por debajo. Ahora parece que eso está despareciendo y no entiendo por qué y estos cabrones ahora se sienten víctimas por haber tenido que abandonar das Vaterland. Venime.
- Las víctimas alemanas son los civiles que murieron en el bombardeo a Dresden, el millón de mujeres violadas en Berlín cuando el ejército rojo tomó la ciudad, los niños que nacieron de ese ataque organizado contra las mujeres alemanas, los millones de personas desplazadas de Silesia y los territorios alemanes bajo control de los rusos. No los miembros del ejército, condecorados o no, que pusieron el honor y la disciplina militar por encima de su conciencia. Y lo que les pasó ni se compara con las víctimas del genocidio. Si los alemanes o los nazis hubieran tenido algún respeto por la trayectoria militar, no habrían deportado a ciudadanos alemanes, totalmente integrados, que habían vivido por generaciones en Alemania, no practicantes del judaísmo, que sirvieron lealmente al Kaiser y fueron condecorados. ¿Adivinen qué? Correcto, todo lo anterior les valía un culo.
- Para agravar lo anterior, se escudan en derechos como de libertad de pensamiento, asociación y expresión, como si esos derechos, aunque sean constitucionales, no tengan como límite la sana y armónica convivencia entre las personas. Bueno, eso es para los que creemos que el bienestar social está por encima del individual; que entre tener derecho a comprar un jeans de marca que se hace mierda en 6 lavadas, es mejor que no haya niños ni viejitos viviendo en la calle. Pero eso es otro cuento.
- No creo que se trate de un tema de falta de educación. Es evidente que gente como la que protagoniza esta noticia, tiene educación. Más grave aun, educación para educar a los hijos de otros, a los suyos y a los míos. Con la cantidad de información que hay disponible hoy, nadie puede alegar que no haya leído o tenido acceso a todos los lados que ofrece un fenómeno histórico. Si con todo eso, alguien opta por apoyar una ideología como esa, aunque sea solo por la atracción inexplicable a esos niveles de violencia, es evidente que es urgente que se pague a ver.
- Si uno se fija en la foto, es, por decir lo menos, perturbadora. ¿Quién en su sano juicio posa fuera de la Comisión del Consumidor para ser retratado como nazi? Sabiendo que eso es el fin de la entrevista y del trámite que va a realizar, ¿será ese peinado chupado al medio, a lo Adolf, lo más conveniente? Y la pose, tan militar, apoyada en la hebilla, tampoco es un dechado de tolerancia que digamos. Finalmente, todo en conjunto, de primera entrada confunde. Es un look andrógino y no tengo problema con eso porque a mí personalmente me gusta de vez en cuando volver al look andrógino de mi infancia y cada quien se viste como le da la gana. Es más, explíquemolo con un comentario homofóbico: ahí se hacen más tortillas que en todas las tortillerías del DF un sábado por la mañana. Pero – volviendo al tema- lo menciono solo porque ese look o esa sospecha le hubiera bastado para que en la época que esos buitres casi dominaban a Europa, la metieran en un tren directo a algún horno, alguna zanja o algún campo.
Ok. Establecido lo anterior, veamos puntos más de fondo:
- Digamos que ella tiene derecho a pensar lo que quiera. Está bien. Pero no tiene derecho expresarlo abiertamente y mucho menos a buscar la tutela del Estado porque no se le permite manifestarlo en un lugar PRIVADO, donde los dueños pueden establecer las condiciones de acceso e ingreso y donde encima 12 personas se quejan, no porque se vean andrógina, no porque se sospeche nada. Simplemente porque ella es abiertamente (neo) nazi.
- La quejosa no es una ermitaña que, a lo Unabomber, se pasa en una cabina en Dota hablando sola y pensando en cómo dominar el mundo. La quejosa tampoco maneja un bus o un taxi. No está en un call center hablando inglés (mucho menos alemán) todo el día con clientes extranjeros. La quejosa no es cajera en un banco, oficinista o siquiera empresaria. La quejosa es maestra. MA-ES-TRA. Forma adolescentes, forma a los hijos de los costarricenses. Tiene una incidencia directa en la forma que aprenden a pensar y en los valores de esos muchachos. Y aun así se declara felizmente neo nazi. Y @nacion de alguna forma se lo alcahuetea, diciendo casi que, en su defensa, el colegio a cargo de esta señora se caracteriza por una disciplina absoluta, ejemplar, ideal y la mejor del país. Le faltaron dos adjetivos que, combinados, son receta mortal: disciplina alemana nazi.
- O sea, que el mensaje subliminal es que a todos lo que nos falta es un poquito de mano dura, a lo uniforme gris, calavera en la gorra, botas altas negras y látigo en mano, para que las varas funcionen. ¿Y qué si en el camino creamos una guerra mundial que casi acaba con varias naciones y culturas? Diay, ni modo.
- Es evidente que la quejosa y su abogada, según la noticia, desconocen el artículo 13.5 de la Convención Americana de derechos Humanos (conocida como Pacto de San José, por haberse firmado en ¿adivinen dónde? Sí, aquí mismitico, San José, Costa Rica): Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen nacional.Estamos hablando de un tratado internacional, con rango constitucional. No de una simple cartica de intenciones.
- Peor aun, las declaraciones que @nacion le atribuye a la abogada: “el movimiento nazi no tiene orden público”. En realidad, sí lo tuvo, de 1933 a 1945 en Alemania y en las zonas ocupadas. Pero en Costa Rica nunca. De hecho, más o menos como en el segundo día de segundo año de la U cualquier tinterillo aspirante se entera que solamente las leyes tienen orden público, como el código de familia, el código de trabajo, la ley de pensiones alimentarias, la ley de inquilinato y hasta regulaciones de capitalismo descarnado como la ley de representantes de casas extranjeras.
- Si uno insistiera en usar la frasecilla de orden público, tendría que decir que el movimiento nazi va EN CONTRA el orden público y precisamente por eso es que es sancionado y prohibido por muchas legislaciones.
- Otra perla que @nacion le ofrece a sus lectores, atribuida a la colega: “el movimiento nazi … no tiene buenas costumbres”. Eso una verdad innegable que evidencia que la autora de la frase ha visto algunas vez en su vida History Channel, sobre todo ahora que es una repetidora del ejército gringo y Adolf y su combo son invitados permanentes. Para los abogados, esa frase de las buenas costumbres es tan familiar como la de orden público. Básicamente porque sale en la constitución. Parece que a la licenciada se le cruzaron los cables con el art 28 de la Constitución: Las acciones privadas que no dañen la moral o el orden público, o que no perjudiquen a terceros, están fuera de la acción de la ley
- Si algo claramente atenta contra las buenas constumbres, por más abierta que sea esa frase, es evidente que tiene todo para ser ilegal. Entonces, ¿porqué defenderlo? Queda demostrado, las declaraciones técnicas de la licenciada no tienen ni pies ni cabeza.
- En resumen, a mí me repugna que esta señora sea nazi, pero esa soy yo con mi intolerancia. Lo que no entiendo es cómo alguien, un abogado, que pasó al menos 5 años por la U (salvo que haya ido a la de Justo Orozco), considere que un caso como éste tiene mérito, basado en los argumentos que cita la noticia y encima pretenda que el Estado, el Estado costarricense, un Estado social de derecho, un Estado donde rige la protección al más débil, tutele semejante tontería y que @nacion considere que era algo noticiable, planteado a lo zorrito como una injusticia, con una sugerencia velada de ¿y qué? Todos tenemos derecho a pensar como nos de la gana. Cierto, pero no todos tenemos la obligación de aguantarlo y hay leyes que claramente lo señalan. Usted puede abrir el hocico todo lo que quiera, pero entonces enfrenta las consecuencias legales cuando lo que usted dice atenta contra el orden público, las buenas costumbres o perjudican a terceros. Y en este caso, hay cartón lleno.
En otra línea de pensamiento:
- El Holocausto sigue siendo importante, no solo por las víctimas que hubo. Todos estamos claros que fueron 6 millones de judíos, sin contar gitanos, discapacitados, comunistas, homosexuales, eslavos y simples opositores al régimen.
- Es importante porque es el genocidio más documentado que hay, por las razones que sea. Porque si bien es cierto ha habido antes y hubo después genocidios terribles, incluso aquí no más, en Centroamérica, de eso no se habla, no hay libros, películas, recuentos. El manejo del holocausto es un ejemplo para las demás culturas y las demás víctimas. Bien decía Huidobro que había que escribir lo que se había vivido, para que las víctimas no se sintieran solas, para que las generaciones que vienen supieran lo que había pasado y no se repitiera. Y él hablaba de los tupamaros y la dictadura en Uruguay. No. Hablaba de cualquier víctima, desde esa que muere en un genocidio organizado hasta del niño que le pegan en el barrio y que todos sabemos que lo maltratan. Huidobro le habla al perdedor, que escriba, que reporte, que deje huella, que ya de por sí todos sabemos que la historia la escriben los vencedores. Dales contrapeso, enséñales esa dignidad a la que solo tienen derecho los perdedores.
- El Holocausto está vigente. No es algo que pasó por allá, hace 70 años, no. Es algo que le pasó a familias costarricenses, que iban con nosotros a la escuela o a la U o trabajaban con nosotros que recuerdan esos años como los años en que no llegaron cartas y luego lo que llegó fue horror. Le pasó a costarricenses de mi generación que cuentan de una abuela que dice odiar el polaco por lo que ese pueblo le hizo a los judíos, abuelas que fueron objeto de experimento en los campos, abuelas y abuelos con números azules en los brazos, abuelas y abuelos que seguían hablando Yiddish entre ellos y español con un acento muy marcado con los demás. Le pasó a los costarricenses que vendían en el mercado central, que nos enseñaron a polaquear, que vendían a cómodas cuotas, que elegimos como vicepresidentes y diputados, que han sido nuestros médicos, abogados, maestras, vecinos, constructores, dentistas, compañeros y, en muchos, muchos casos, amigos. Decir que el Holocausto no tiene nada que ver conmigo es una mentira enorme. Le pasó a costarricenses que nacieron aquí y que los educaron padres traumados por una tragedia. Sí, porque los hijos de esos sobrevivientes y de los sobrevivientes de todos los genocidios son también víctimas.
- Porque además poco importa si los quemaban así o asá. Que si los echaron de aquí o de allá. Si les quitaron esto o lo otro. O el hambre que pasaron. Lo que importa es el fondo. Eso pasó porque el mundo permitió que ocurriera. Eso pasó porque las personas no alzaron la voz. Eso pasó, porque a nadie le importaba lo que les pasara a esos que de por sí no eran bien recibidos en ningún lado. Y cuando se reveló todo lo que ya más o menos se sabía, fue tanto el horror que se impuso por encima del racismo y era imposible no condenarlo. Si de algo sirve sentir repudio por los nazis, que sea para condenar actitudes y conductas modernas, de nuestra vida cotidiana, que recuerdan ese silencio cómplice.
Dicho lo anterior, mi tristeza y mi impresión es por la condición de una educación, que pública o privada, ya no enseña a pensar o a leer. De una sociedad donde Facebook es referente. Donde un chico se tatúa una frase como “Lo esencial es invisible a los ojos” y reporta como fuente al imperio de Mark Zuckeberg y no siente la mínima chispa de curiosidad de saber de dónde viene qué significa, quién la escribió, que querría decir, en cuál contexto.
O sea, nos metemos en charquitos de conocimiento, donde el agua no llega a los tobillos y hacemos comentarios igual de superficiales. Porque no da tiempo de nada más. La rapidez con la que se mueve todo nos hace pasarnos de charquito para seguir hablando nimiedades y no molestarnos en ir más allá. Ni siquiera en verificar si algo que dice la internet es o no cierto.
Le debe pasar a muchos paranoides, porque a mí me pasa, que hay ratos en que siento que todo lo que está en internet no es verificable y que está tan llena de basura como el espacio y sus satélites vacantes y todo eso me mete un ruido enorme y ya en crisis, miro con sospecha hasta las publicaciones más serias, acusándolas de sesgos intolerables para alguien que solo quiere saber qué fue lo que pasó en realidad respecto a algo y me aferro con fe infantil a las fuentes en que confío, hasta que empiezo a pensar que mi acto de confianza no tiene nada de científico y sí mucho de creyencero e ideológico. No hay escape.
Y los pocos que van, los que levantan una bandera, los que advierten, los que señalan, son calificados como loquitos alarmistas, resentidos y resistentes a integrarse en esta nueva cultura de la felicidad, basada en el principio general de la ignorancia y de la información superficial, de farándula, de noticias sin contexto histórico, donde todo pareciera estar ocurriendo hoy y ahora, siempre, en cada segundo, algo nuevo, pero a la vez lo mismo, un Groundhog Day eterno, donde no se vale recordar. Sí, sí, como en 1984.
La moda es ser un huevo pasado por agua. Saber muy poquito de todo. Usar ese universo reducido como valores que no resisten un examen serio. Ante la ausencia de lectura y de conocimiento integral o de revisar nuestra propia historia, vernos reducidos a fuentes igual de superficiales y citar a Sheldon en lugar de a Romero. Al Dr. Who en lugar de Allende. A alguno de los de Game of Thrones en lugar de Bolívar. Encontrar valores y apoyo en personajes de la fantasía televisiva de algún escritor de guiones, porque tal vez Sheldon no lo sepa pero usted y yo sí sabemos que ni Sheldon ni el Dr. Spock existen. Y obviamos apoyarnos en héroes reales, hombres de carne y hueso, que hablaron, pensaron y sintieron en español o en cualquier otro idioma, pero que existieron. En hombres que fueron huevos duros o crudos, pateados o fritos pero que nadie jamás podría tildar de pasaditos por agua.
Y es precisamente la falta de contexto, la ausencia de rigurosidad, la ausencia de conocimientos integrales, el quedarse solo con los 140 caracteres, con la cita en Facebook, con el mensaje de texto o con lo que contó un amigo, que solo tengamos conceptos inmediatos, desvinculados entre sí, que no tienen forma más allá de sí mismos y que repetimos como loras. es lo que hace que sin darnos cuenta, al ejercer la tolerancia de la forma más equivocada posible, permitiendo de todo, como los nazis, cuando se permitieron traspasar las fronteras que ningún ser humano debería cruzar, que estamos abriendo la tapa de la caja de Pandora.
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