Sergio reconoce a Sole en la fila de abordaje del avión, a pesar del cubrebocas blanco y los ojos cansados por levantarse en la madrugada. Le felicita por avisarle a la empresa que él gerencia de lo de la emergencia sanitaria. Le pregunta si está segura que puede viajar cuando ya ella entregó el pase de abordaje.
Miguel lleva el mismo apellido que el Padre Alas. Es bajito, moreno y cortés. Habla suavecito. Ofrece la microbús blanca como sustituto de los taxis amarillos. Vamos con música y aire acondicionado. A la par nos pasan pick ups y camiones, con gente en el cajón. Así, y no como nosotros, viajan la mayoría de los pobres, es decir, la mayoría de los salvadoreños.
Leo, el otro abogado tico de la reunión, se lima las uñas de longitud perfecta y además- estoy casi segura- se las pinta con brillo. Quisiera preguntarle por qué, que me cuente la historia detrás de eso. Porque siempre lo noto, siempre me intrigo y siempre me callo.
Don Rodolfo nos recibe con cátedra de su labor pública, de su experiencia y de su recorrido. Parece que tiene una de las tejas corrida. No puedo dejar de notar un hueco grande en la manga de su saco. Tal vez solo yo lo veo.
Rino expone los platos de la noche. Y cuando se despierta el bebé de uno de los comensales, se ofrece a chinearlo. Otra de las meseras les cuenta que Rino se está estrenando como papá. El dice que sí, que justo hoy en la tarde le avisaron. Pero no dice porqué esa misma noche, la primera de su primer hijo, él está aquí, explicando qué es un pipián, trabajando.
Deja un comentario