Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Sicosis de la sonrisa

desde la isla de

Me estoy entrenando para mis dos meses en Berlín no solo repasando mis verbos, acusativos, dativos, nominativos y genitivos. No solo repasando toda la gramática de estos tres años. No solo leyendo sin descanso libros para adolescentes o para niños. No solo echándome cuanta película o programa me encuentro en cable en alemán, para afinar el oído. La parte más importante de este sprint final es leerme el cerro de libros que me encontré en inglés, escritos para facilitarle a uno el proceso de inmersión en la cultura alemana. Desde el punto de vista de un gringo, claro. Lo que para mí resulta sumamente útil gracias a alienado de mi ambiente de trabajo, mis gustos y sobre todo, de mi pasado.

A juzgar por lo leído, el proceso de inmersión es idéntico a lo de tirarse en la parte honda de una piscina para aprender a nadar por puro instinto de sobrevivencia y produce el mismo grado de pánico. De la descripción que dan los libros, de alguna manera es difícil de creer que los alemanes sean considerados tan cultura occidental como, digamos, nosotros. Entre otras cosas, tienen la mala costumbre de ser neuróticamente ordenados y además, super directos al punto que pueden herir. La recomendación de los expertos: don’t take it personally. Los abogados tenemos experiencia en eso.

De especial preocupación para mí es una la opinión generalizada de los autores revisados acerca del efecto contraproducente que tiene la sonrisa en Alemania. Todos coinciden en que te hace ver débil y tonto. Está contraindicada en situaciones de negocios, cuando uno hace una fila, cuando se dirige a un funcionario público o a alguien en una tienda, al conocer a cualquier fulano y, en general, pareciera haber una prohibición no oficial a mostrar la dentadura o siquiera a intentarlo. Por culpa de una sonrisa se te colan en la fila, no te dan pelota, te consideran débil mental o hasta te tratan peor de lo que de por sí dicen los libros que te tratan.

Así como a los chinos para las Olimpiadas les decían que se bajaran los ruedos y se lavaran los dientes por amabilidad con los turistas, los manuales para el Mundial de Alemania exponían que los turistas y extranjeros apreciaban ese pequeño detalle de una sonrisita como una señal de bienvenida. Es decir, un turista se distingue por andar sonriendo por las calles como un legítimo baboso.

Aunque básicamente me considero amargadita, mis recientes lecturas me han despertado una conciencia sobre la cantidad de veces que sonrío en el día, para qué uso mi sonrisa, cómo siempre recurro a ella cuando conozco gente nueva, cuando saludo a un cliente, con los amigos. A pesar de mis dientitos de conejo que evidencian la estafa de mis frenillos de adolescencia, sonrío con libertad y sin vergüenza y no me imagino una vida en la que uno pasara sin sonreír, aunque sea en defensa propia.

Marcelo me dice que esa no fue su experiencia y yo debería hacerle caso considerando que él ya vivió varios años allá y yo esta es la primera vez que voy de visita. Aunque quiero creerle y hacerle caso, no lo logro, porque esto ya superó el razonamiento lógico y se me está convirtiendo poco a poco en una mini neurosis, con pesadillas y pensadera incluidas. Supongo que es la manifestación inconsciente del miedo que me acosa de la experiencia entre más se acerca la fecha de partida.

Me fijo en las películas y en las noticias alemanas a ver si alguien sonríe. Me fabrico soluciones como hacerme de amigos latinoamericanos. Me planteo que ellos entenderán que de donde yo vengo las cosas son muy distintas y en la de menos me puedo ofrecer a explicarlo. O no sé si asumir una actitud zen de estar entrando en otro ambiente y aprenderlo todo como nuevo. Sé que sería más genuina sonriendo cuando quiero, pero no quiero dejar una mala impresión de débil o tonta, sobre todo porque me allá ya me aceptaron de aprendiz en una oficina de abogados.

Hoy, cuando voy donde mi amigo M, para que me inyecte contra esta gripe para-porcina, como ando mono temática, insisto en el cuento de la sonrisa y de que qué voy a hacer más si encima me da gripe y queestoylootro. M me regala una frase que le escuchó ayer a un violinista:

“Recuerden siempre que la sonrisa es la primera señal de éxito”

(Una pista: qué es lo primero que uno hace cuando logra algo que quería?)


Gotitas de lluvia

6 respuestas a “Sicosis de la sonrisa”

  1. Esto de manejar diversas culturas por más open minded que uno sea es medio jodido. Por más que uno lea y practique mil veces Jawohl, meine Herr y Viel Dank frente al espejo, siempre se nos termina por salir el gallopinto. 😛

    Una amiga que se casó con un islandés y se fue a vivir a la tierra de Björk me cuenta por ejemplo que ahí es de mal gusto dar regalos (como no sea en navidad) y en general en todas las culturas de abolengo escandinavo -incluyendo los alemanes- el amasijo de abrazos y apretes en que nos movemos los latinos es visto como altamente invasivo.

    Te dejo esta serie GENIAL de gráficos que muestran las diferencias entre los alemanes y los chinos (aunque por lo visto es extensible a los latinos también) – http://tr.im/s84l

  2. Avatar de no sé quién
    no sé quién

    Es bueno irse por las Alemanias para darse cuenta de que el machismo no se inventó por estos lados. Allá hay, como en todo lugar.

    Lo de las sonrisas no me consta tanto. Sí sé que son gente muy seca, fríos como pescados, pero educados y no confianzudos. Los alemanes del sur tienden a ser un poco más cálidos.

    El humor es bastante incomprensible. Por desgracia ese es uno de los aspectos más difíciles de adoptar al sumergirse en una cultura/idioma nuevos… y uno de las herramientas más poderosas para tender puentes.

    Los diagramitas comparando los alemanes con los chinos están geniales. Sobre todo el de cómo se hace fila, y el último, el de la “comunicación”. No hay nada más resbaloso que intentar discutir con un chino, o tratar de extraerle algo claro y directo.

  3. Beto: coincido en que nada supera a the real thing, pero creo que es mejor ir preparado que a ojo cerrado. debe ser curioso decir “ah, claro, lo que leí” a “qué putas está pasando?”

    No sé quien: Eso también he visto, que las mujeres o somos mamás o somos segunda categoría pero nada más. Increíble para un país que en dos guerras prácticamente se quedó sin hombres y fueron sus mujeres las que lo sacaron adelante. Lo del humor también lo he leído y me consta un poco. Espero tender puentes vendiéndome como un exótico producto costarricense aprovechando de la barbaridad que gasta el ICT en promocionar el país en el extranjero.

  4. Bueno, nuestro arroz con piña de despedida lo haremos muy seri@s. O al menos vamos a tratar, y cuando no lo logremos, te vas a dar cuenta de que el problema de percepción lo tienen los gringos. A mí en Alemania me han sonreido muchísimo. Los alemanes son muy sonrientes, por lo que sé 🙂

  5. A todo se acostumbra uno Sole, y el tico en egenral, donde caiga, cae bien y se adapta. Uno puede ir al ultimo rincon del mundo y ahi se encuentra un tico.

    Eso si le advierto: la cosa casi nunca resulta como uno se la imagina, y al final las cosas salen mejor.

    Muy buena suerte en su aventura.

  6. Oh, oh… otra razón para no tener a Alemania en mis prioridades de viaje… No lo lograría sin la sonrisa. Buenísimo lo de la estafa del ortodoncista!! Me hizo reír y sonreír…

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