Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

El otro Santiago

desde la isla de

Ayer me llevaron a cenar al Barrio Alto. Allá por Vitacura. Los edificios son tan lujosos que en esa ansia de los ricos de aquí por vivir en otra parte, le dicen Sanhattan. Y a la pista que bordea esa cloaca abierta que es el Río Mapocho, lleva el presuntuoso nombre de, la Costanera.

No pude comer en paz pensando en los meseros, que a qué hora salían, si habrá metro, si demorarán mucho en llegar a su casa, si esos mocosos malcriados de la mesa de al lado entenderán que el mesero es un ser humano y lo dejarán de tratar como un esclavo. Cuando me consolé un poco pensando que al menos tenían trabajo, un toc toc en el vidrio me llamó la atención y allí, paradito en el frío, un chiquitín moreno me extendía la manita pidiéndome algo. Debe haber sido un fantasma, porque de todas las mesas que estábamos en esa terraza, parece que solo yo lo vi y solo yo me angustié y solo yo no pude seguir comiendo.

El Leo me lo había explicado en la mañana: “Somos una sociedad totalmente vertical y estratificada. Aquí, sin dinero, te mueres. No hay movilidad social. Tenemos diferencias severas en la forma de interpretar el pasado. La gente siente vergüenza de reconocer que su padre fue obrero o hijo de una madre soltera“. Leo me cae bien, habla suavecito, se nota que es de izquierda, pero no lo dice así, a lo abierto. Me dice además que la Teletón es la única actividad casi religiosa, donde se unen los colores políticos para donar, lo único que les da unidad de identidad como país. Que en la euforia nadie ve la trampa del marketing o los millones en publicidad.

Cuando regresé a medianoche a la casa, en las escaleras había un cocker spaniel, solito, evidentemente perdido y buscando donde pasar la noche. Se veía triste. O tal vez la triste era yo. Sin pensar en el pulguero, me senté con él un ratito a acariciarle la cabeza y a llorar esa como rabia de lo que había visto allá en el Barrio Alto. No pude entrar al perrito conmigo, ni darle de comer. Hoy, ya no estaba.


Gotitas de lluvia

3 respuestas a “El otro Santiago”

  1. Qué lindo, y qué crudo a la vez.

    Me gustan estas líneas como antídoto (pun not intended) para cuando nuestros sabihondos economistas nos restriegan el “milagro chileno” para arriba y para abajo y nos lo ponen como el non plus ultra, el modelo a seguir, etc, etc.

    No sé por qué pero de inmediato se me vino esa imagen de aquella canción que dice que en la ciudad de plástico se ven las caras, vaya, pero nunca el corazón. 😛

  2. De eso tenemos en Costa Rica, lo que pasa es que todavía está un poquito confinado a ciertos puñitos de San José. Ayer en telenoticias lo decían como el gran descubrimiento: que hay distritos de Costa Rica podridos en plata, con casas de varios millones de dólares al lado de otros distritos con casas que con muchísima suerte tienen suficiente material como para llegar a un solo millón de colones y que difícilmente brindan abrigo y resguardo a sus habitantes.

    Y nosotros somos necios, porque Chile ya caminó todo el camino que nosotros insistimos en comenzar a caminar: eso que vos ves hoy en día comienza cuando alguien ve una “oportunidad” en la educación, la salud y la seguridad privadas y con eso fomenta la exclusión. Nosotros nos estamos comiendo la mentira de que eso se llama “visión empresarial” y que es porque para poder ayudar a los otros primero tengo que estar bien yo solito. Y eso luego sigue con concesionar los aeropuertos, porque es necesario para mejorar la productividad, y luego las carreteras, y luego de eso viene la producción de energía y todo lo que hoy en día Chile tiene concesionado.

    @beto: ¿el modelo a seguir? ¡el modelo que ya estamos siguiendo!

    Ojalá que el perrito no estuviera porque su familia lo encontró …

  3. a veces yo pienso que ojalá la famosa crisis se profundice y cada uno de nosotros tenga que sembrar lo que se come…y compartamos y cambiemos chayotes por bananos y guayabas por jocotes…no sé…

    es todo tan raro.
    A mi con ese cuento del “desarrollo”

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