Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Sole, conferencista

desde la isla de

Cada paso en tacones, es un matirio. Si fuera creyente, se lo ofrecería en sacrificio a nuestro señor Jesucristo. Hoy no se crucifican los pies. Me voy en metro, de traje de luces y maquillada, pero con tennis. Al llegar al Hotel del evento, momentos antes de que llegue la gallada, me cambio. Soy la mujer enorme del saco rojo.

Pensé que me iba a temblar la voz. Que se me iba a olvidar algo. Que me iba a trabar o que iba a hablar demasiado rápido. Hablé como si le estuviera explicando a mi hermano y parece que fue un pegue. Por sapa, ahora tengo reuniones en la mañana y en la tarde de aquí al sábado. No sé a qué hora podrè hacer mis vueltas y mis visitas a mis lugares.

El Patán me extraña tanto que me mandó una foto de él cuando tendría unos 35 años. Es perturbador ver lo mucho que se parece a mi Antídoto. Tenía la barba cerrada y el pelo largo y negro. Los dos con esos ojos achinados, soñando con cambiar el mundo. Mi antídoto todavía sueña. El Patán, en cambio, me dice que la vida, los años y las malas mujeres lo fueron destruyendo. Y quiere que filosofemos si era o no un desperdicio haber estado casado para esos tiempos.

El Ocean Pacific, por dentro, es un barco de esos con mascarones enormes de los que dan nostalgia. Y del otro lado en un submarino con todo el aparatero. Por fuera nadie diría la maravilla que le espera a uno por dentro. El dueño es un milloneta de esos que no lo dejaron estudiar teatro, arte o escenografía y se tuvo que conformar con hacer un gigantesco restaurante temático. Es lo más cercano que he estado a un barco de esos.

En la tele, la presentadora que siempre se ve simpática, es, en realidad, una princesita arrogante. Conocí a Claudio Narea, de Los Prisioneros, y como la más bestia, le digo en inglés que “yo soy big fan de los prisioneros” y hablamos casi una hora. Me pide que le diga qué no me gusta de los chilenos. Le digo que los fachos. Me dice que somos de los mismos.
Los Hermanos Zavaleta, muy conocidos entre los chilenos de la edad de mis suegros, cantaron en vivo. Todo el estudio les coreaba las canciones y decían “mirame la piel de gallina” y suspiraban. Yo no sé quienes son. O si son fachos o amigos. Por si las moscas, les pido el autógrafo.

Yo extrañaba a mi abuela, hasta que me tocó enfrentar sola a la del Antídoto. Me arregla las maletas, me acomoda la ropa, me recoge el desorden. No pare de hablarme ni un minuto. Entonces yo le huyo y divago por las calles de Santiago hasta que sea hora de mi próxima reunión o cena. Cuando regreso a las 12 de la noche, me dice que qué bueno que vine, que la tenía pensando. Cuando le digo que no se preocupe, que ya cené, me dice “Estás mintiendo”


Gotitas de lluvia

3 respuestas a “Sole, conferencista”

  1. ¿Todos los chilenos confundidos con la tramitología tica se encontraron que sí hay luz al final del tunel y la luz tiene nombre y se llama Sole?

    ¿Le hablaste todo en inglés? JEJEJE

  2. qué lindo que es leerte.
    Me entretiene tanto y me acerca a lo importante.

    A la mierda el brete pendiente.

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