En la cena de Navidad, la Dina quiso leer mi cuentito, el famoso del concurso, una de las razones por las que ando por aquí, y se lo di. Yo no puedo leerlo en voz alta.
“Las Estatuas de la Alameda
En las noches, las estatuas de la Alameda comienzan lentamente a sangrar. En Plaza Constitución, el Chicho se desprende del concreto que lo atrapa y camina, como caminó tantas veces, por Morandé hasta Alameda y se detiene, impactado ante lo que ve. Han vuelto todos. Los de cabellos largos y amores libres; los utópicos del otro mundo que era posible.
Bajo el cielo transparente, las limpian con trapitos pequeños. Les murmuran consuelos. Que nunca ocurrirá de nuevo. Que ellos no se fueron, que siguen vivos en cada compañero. Que saben todo lo que ha pasado. Que lloren, no más. Que no es para menos.
Desaparecen cuando Wuñelfe avisa que, detrás de la cordillera, el sol amenaza con revelar su secreto. “
Ya el audiovisual del cuento se está transmitiendo en la señal internacional de TV Chile y en las primeras semanas de enero estará disponible aquí.
La Dina me dijo uno de los piropos más lindos que he recibido hasta ahora. Uno que atesoro junto a uno que me regaló Yuré y uno que me dijeron en TVN. La Dina me dijo que a nombre de los pocos chilenos que ella podía representar, me daba las gracias. Yo me atraganté y no pude decirle nada.
Luego comentó que a pesar de todos los muertos, los desaparecidos, los torturados, ella nunca había podido llorar por ellos, aunque hablara de ellos todo el tiempo. Que solamente tenía ese sentimiento de intenso dolor, como sin fondo. Y no siguió hablando tal vez porque temía que si empezara a llorar, no pudiera parar. Un día de estos les contaré con detalle de la Dina, y de lo que ella significó para el Antidoto, su familia e incluso cómo eso me ha llegado hasta estos días.
Cuando Mimí se reunía con viejos amigos de mi papá o de mis tíos, siempre aprovechaba para preguntar por antiguos compañeros o amigos de ellos. Las respuestas variaban entre se fue a vivir a otro país, se casó, está bien, está mal, ahí anda y así. Aquí, cuando hace mucho no se sabe algo de alguien, se comenta “no, si a tal lo mataron”, con una naturalidad que espanta.
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