El viernes, a las 8 am, anunciarán que pueden subirse los pasajeros de Copa con destino a Panamá. Aunque nuestras filas están atrás, yo empezaré a joder al Antídoto que se levante, que se mueva, que se apure y estaré de primera al lado de la aeromoza para entrar soplada y amarrarme el cinturón apenas ponga el rabo en el asiento.
Volaremos una hora hacia Panamá. Y yo intranquila como gallina culeca.
Luego una hora en el aeropuerto, vitrineando, quejándome de los altos precios, de la baja del dólar y aprovechando ofertas de último momento de las que después indefectiblemente me arrepiento.
Y cuando esa hora finalmente pase, de nuevo los anuncios, la fila, la desesperación, el cinturón, todo el cuento.
El viernes 14, regresamos a Santiago.
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