Con estos enredos de feriados, que si hoy, que si el lunes, que si el fin de semana largo, que si el turismo interno, que si cambiar la ley, la ventaja es que ya no hay tumultos y molotes en tiendas de tarjetas y restaurantes. Lo malo es ya no sabe uno dónde poner la culpa propia de fechas como estas.
Hoy recibí 6 felicitaciones. Dos por mi envidiable perrito, tres telefónicas, en las que se me congratuló, entre risitas atragantadas, por la indiscutible condición de ser la pura madre y la de un desubicado que, confundido, me ojomenió por ser la puta madre. Un chiste pésimo, viejísimo y sin gracia, pero que solo se puede usar una vez al año.
Después de coordinaciones y negociaciones con hermanos y familiares políticos, Ella me espera el domingo. Preparará comida que a mí no me gusta y estaremos, como siempre, rodeadas de silencios y esa urgencia mía de irme. Yo, como todos los años, le regalaré un cuento. También algo con valor real, con todo y factura para que luego vaya y lo cambie. No vaya a ser que piense que no la quiero.
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