Mi número favorito, para cuando me pongo dramática, es treinta y cuatro mil doscientos veintionce, para denotar una cantidad exagerada de algo. De llamadas, por ejemplo. De cosas pendientes. As in “nos van meter treinta y cuatro mil doscientas veintionce demandas”.
Para rifas, adivinanzas, solicitudes de “que diga un número la dama” prefiero el 5 o combinanciones del 7, como el 14 o el 70, por ninguna razón en específico. Sin cábala. Sin brujería. Como cuando a uno le gusta el cas. Puro gusto ancestral.
El número favorito de mis jefes es “no sé cuántas veces“, que a veces se traduce en “hasta cuándo?” o, en su defecto, “honorarios“. Puede ser que no usen numeritos propiamente dichos, pero su sistema funciona y con eso basta para que estén contentos. Usualmente los usan en el contexto de amenazas, regañadas (a propios y extraños) y cuando conocen a un cliente nuevo. Ah, y cuando hablan de esos que insisten en oponerse al TLC.
El número favorito del Patán es pichacientos. As in “por culpa del puto viaje, tengo pichacientos emails sin leer” o “Te he dicho pichacientas veces que no” y cuando quiere darle énfasis a las cosas, lo combina con mi número favorito “Si no hacemos eso, nos van a coger pichacientas treinta y cuatro mil veintionce veces”. Ese último uso suele acompañarse de espuma en la boca, ojos chinos de la rabia y el puño al aire. El Patán no se distingue, como es sabido, por lo selecto de su boca.
El número favorito del Antídoto es “nosotros“. Cuando le pregunto, dice que es un número que refleja cantidades con millones de millones de dígitos ubicados a la derecha del punto. A mí ese número me suena como a “siempre“. Y tal vez, tal vez, lo convierta en uno de mis números favoritos. Ese, el de siempre, que tiene como un color amarillo y a veces como un color azulito
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