Además vi el trailer de Superman returns. El chiquillo es guapo, pero no le llega a Christopher Reeve, aunque algo se le parece. Le falta lo galán- diría Mimí- y ese cierto carisma.
Yo, básicamente me opongo (pero consumo) los íconos gringos, le doy algo de razón a Alí Primera cuando decía que había que aprender a cargarse en la libertad que defendía Superman.
Yo me reí de maldosidad cuando salieron los chistes antigringos del 9-11. En particular el que decía que superman no había parado a Osama (o a su propio gobierno) porque estaba en una silla de ruedas.
Christopher Reeve acaba de sufrir un accidente de equitación y estaba parapléjico.
Se equivocaba el chiste. Christopher Reeve ya había rescatado a muchos de un 11 de setiembre. Años atrás, sin alboroto de prensa, y cuando ya volaba por los cielos de capa roja y calzonillos por fuera, él se fue en un avión como todos los mortales y puso su pecho de acero de primero en Santiago, en plena calle, ante la convocatoria que hiciera Pinochet de todos los artistas de teatro chilenos para matarlos, y lo enfrentó con su mirada de rayos X. Lo que es con ellos es conmigo, le debe haber dicho el gringo gigantón. Christopher Reeve les salvó la vida.
Ante una adversidad incomparable con la destrucción de Kripton/el escape de tres prisiones galácticos/ Lex Luthor, Christopher Reeve demostró su fuerza sobrehumana, enfrentándose al maldoso más grande la historia: su propio gobierno, que insiste en prohibir la investigación que le podía devolver las piernas. Ya no podía volar con solo pensarlo, pero con una constancia de monje shaloin se sometió, todos los días, a dolorosas sesiones de terapia, para recuperar, aunque fuera un pelín de movimiento y algún día, caminar. Escribió dos libros, dirigió películas, recorrió el país, daba conferencias, le ofreció a su esposa el divorcio para que no se encadenara a un inútil, habló de él, de su dolor, de su nueva vida, de sus esperazas. Con la misma sonrisa que volvía loquitica a Luisa Lane y lo hacía ver adorablemente nerdo como Clark Kent. Sin superpoderes, a punta de voluntad.
Y uno – o yo, talvez yo- que sano y bueno, se queja de tener que comer sin grasa y encuentra razones en la pereza para no levantarse del sillón o la cama para hacer ejercicio y llora porque el jefe le hizo unos ojos que ni te cuento o porque no entra la señal de cable.
El verdadero superman no se amilanaba ni con la kriptonita ni con una silla de ruedas.
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