Nota de Sole: La administración del blog Anchas Alamedas advierte que este post no necesariamente refleja las opiniones de este archipiélago y en consecuencia, ni a putas me responsabilizo por eso. Además, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Algunos elementos han sido modificados, exagerados o inventados para proteger la identidad de los elementos involucrados y sobre todo, la integridad física y laboral de la autora. Muchas gracias.
Por razones que no vienen al caso comentar, esta isla, en condición de agente infiltrado, se armó de camisa blanca, un enorme pañuelo rojo, anteojos oscuros de los de dos mil ñacas de la Plaza de la Democracia y me fui de pelotera, infiltrada e incógnita a la manifestación pro TLC.
No voy a analizar si está bien o no, o si yo estoy en contra o a favor, si mi posición es acomodada o sincera ni ningún aspecto político o de fondo. Esta reportera cimarrona se limita a realizar breves comentarios, impresiones como postalistas urbanas de las cosillas que vi ayer y uno que otro pensamiento atravesado:
Espero que la historia no agarre esa mala maña de repetirse. La última vez que un país lationoamericano vio a los patronos lanzarse a la calle, meses después hubo un golpe de estado en un país largo y estilizado como la que les escribe. (Nota de Sole: Sí, sí. No es el único ejemplo y fue, a la vez, distinto. Pero me recordó eso and it gave me the creeps). También porque es evidente como nos fuimos polarizando. Ya para que los patronos, la clase alta, la industrial y el sector de construcción consideren que es necesario salir a la calle, es por algo.
Creo que muchos de esos florsheim era la primera vez que se posaban directo sobre el asfalto de la avenida segunda sin tener de intermediario un BM o un meche.
Habían sectores de la concentración donde todos eran compas. Señaló uno de los asistentes que esa vara parecía el coctel navideño de Amcham (American Chamber of Commerce). Para disimular, todos andaban de gorra, anteojos oscuros, jeans en lugar de trajes Armani y uno que otro en buzo. Tanto, que se tenían que quitar todo el artefacto para reconocer entre congéneres y amigos.
“Pos yo, la última manifestación local en la que estuve fue en la U cuando nos iban a quitar presupuesto- justo contra ese señor que está ahí. Qué tal don Thelmo? Todo bien?” (Sole, explicando a un par de adolescentes la dinámica de las masas populares).
Llegaron señoronas perfectamente maquilladas, peinado de salón, con designer jeans y zapatillas de cocodrilos, adornadas con oro y plata y la visera con la que juegan tennis para protegerse del sol y las arrugas y a hacer pelota. Saludaban con besitos en el aire y un leve dejo de disgusto.
“Qué diferencia a la última concentración que fui! Estaba en Santiago en un 11 de setiembre y hubo correteadas, gases lacrimógenos y antimotines.” (Sole, rajando de su experiencia en la militancia internacional, con aire de suficiencia, como diría el Quintu).
Yo me agarré con uno que llevaba una pancarta que decía que quería ver a Fidel muerto. Me vio la cara de asco y se me acercó y me preguntó si yo tenía algún problema. Le dije, en voz silbante, que sí, que no toleraba a los gusanos. Me abusé de la condición de mujer porque sabía que no me iba a levantar ni la voz ni la mano. Terminé de rematarla diciéndole que Fidel lo terminaría enterrando a él. Se alejó entre la gente entre incrédulo y preocupado. Un niñito rico alzaba para el helicóptero de Telenoticias una pancarta con la cara del Che y una X enorme y roja que lo anulaba.
El agua, las pancartas, las camisetas blancas y las calcas eran todas gratis….
A ritmo de salsa y de Los Hicsos enterraron un sistema por el que ninguno de los presentes luchó nunca y del que todos se beneficiaron. Había un animador que hacía parecer aquello como un conciertazo del puerto, invitando a las damas a mover el esqueleto con toques sensuales, haciendo bromas insulsas sobre el tren y a los que nos dejó botados y una invitación a colaborar en tiempos ecológicos: “Adopten a un viejo verde”.
“Esa vara fue un deséxito. Yo no los puedo obligar a ir y apenas fueron ochenta. Además, no iba a cerrar el chinamo por esa vara. Eso sí, vi a todos los (gente relacionada del negocio) que conozco. Vos porqué putas no me buscaste para saludarme? “ (El Patán, comentando en conjunto anoche los acontecimientos).
Otto Guevara, el mae que hace la publicidad subliminal del sildenafil con aquello de con firmeza y hacia delante (uyyyy papi…) con complejo de legionario de cohorte romano, se esperó a que todo estuviera a full para encabezar una columna como de 50 gatos, que bajó desde la Asamblea Legislativa, cruzando la Plaza de la Democracia hasta caer en medio del alboroto. Llevaban banderas y consignas… y más de un facho se emocionó con la llegada y casi se desnarizan por saludarlo. Por cierto, de lejos no se le nota tanto esa dificultad en mantener el ángulo correcto de sus ojitos cafés que en las vallas publicitarias se evidencia como grosería o descuido del fotógrafo encargado.
A un lado de la barra empresarial, dos señoras humildes y sencillas llegaron a montar sus planchetas y cilindros de gas, y empezaron al palmear la masa de las pupusas que a más de uno le recordó, que a pesar de las apariencias y los pesares, siguen siendo seres humanos. Otros vendían bolis y gelatinas. No faltaron los chiquitines mugrientos y descalzos pidiendo que les regalaran algo. A esos, evidentemente, los ignoraron.
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