LLegué estrictamente a requisar una foto de mi papá, muerto hace 30 años. La que siempre había llevado en la billetera se perdió junto con el resto de la cartera que me robaron en un restaurante.
Mi mamá registró entre gavetas las cartas viejas que me dice me entregará el día en que se muera, que por cierto no le importa si es lejos o cerca y por eso no hace dieta. Y sacó una foto y me dijo: “Ves? así era cuando lo conocí yo…” y le vi en los ojos el mismo brillo que debieron tener hace 35 años. Aun lo ve guapo.
Y me enseñó otra foto que yo nunca había visto. “Así estaba en Europa.” No pude evitar sonreírme.
Porque a pesar del tiempo y la muerte, es siempre importante enterarse, aunque sea a estas alturas de la vida, que el papá de uno usaba en los setentas, en la España de Franco, el pelo largo. Tal vez sí tenemos algo en común además de los genes. Tal vez quería ser o era hippie, soñador y revolucionario.
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