Una casita blanca
miércoles, octubre 24, 2012Ella empezó la U, pero no la terminó. Quería ser maestra. Maestra de niños pequeños, de primaria. En los dos años que llevó, aprendió a hacer unas piñatas impresionantes. Una, por ejemplo, del soldadito de una sola pierna, de ojos tiernos de cartulina y cachetes sonrosados. Hizo también un libro que era mi tesoro, escrito con su caligrafía de escuela de niñas, con los dibujos de su propia mano, de lagos, montañas, princesas, castillos, cisnes y patitos feos.
Cuando yo la conocí, Ella ya era otra. Pero yo tenía en la mano y en cada cumpleaños la evidencia de la que había sido antes, cuando quería enseñarle a leer a chiquitos de primer grado.
Ella empezó a trabajar en lo que antes se llamaba una escuela de comercio, donde se formaban secretarias ejecutivas que sabían hacer de todo. Aprendían taquigrafía, meca, etiqueta, contabilidad, maquillaje, inglés, manejo de aparatos, trato con el cliente, fundamentos básicos de derecho y en general, como llevar una oficina como un relojito. Seguís leyendo