Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

La ventana

desde la isla de

Desde aquí lo puedo ver todo. Nunca había visto tanto negro y guajiro junto. Bueno, solo cuando vamos a la hacienda, en vacaciones o pa’ la zafra. En el colegio, en el club de yates, en mi calle, todos son como yo, más o menos. Blancos, de ojos claros, educados, nietos o hijos de españoles o por lo menos de inmigrantes. ¡Pero, qué horror, por mi madre! Mira nada más cómo se comportan, cómo gritan, cómo bailan. ¡Están desatados, caballero! Aquel trepado en el poste, ¡Cómo agita el sombrero! Se oyen clarito las risas, los besos, los abrazos, y ese murmullo va tomando cada vez más fuerza: Ya vienen, ya vienen, vienen doblando la esquina, ya vienen!Tanta gente en la calle, tanta bandera, tanto tanque, tanta algarabía, me da la sensación de que todo hierve.

Adentro, papá sigue haciendo maletas. Mamá no hace más que llorar y llorar mientras cose sus joyas en el forro de ese abrigo viejo. No sé si llora por todo lo que está pasando, o porque se va a quedar sin la mesa de caoba, sin los adornos con incrustaciones de oro y sin esos cubiertos. Sin nada, dice ella.

– Martica, niña, quítate de la puerta, entra a la casa m’hija, que te puede pasar algo…- me ruega.

– ¡Deja de pensar en boberías y ayúdale a tu madre empacar!- me grita papá

Aunque nos han dicho de todo, yo no me quiero ir. Dicen que han engañado a la pueblo ofreciéndole pan, casa, medicina y escuela. Que nos van a quitar las tierras, los carros, el dinero, todo. Que le quitan los niños chiquitos a sus mamis y les lavan el cerebro. Que violan, que torturan, que matan. Que van pa’la mierda los burdeles, los casinos, las putas, las apuestas, los explotadores y los vagos. El cura dice que son ateos, demonios; pero yo a ese hace mucho tiempo que ya no le creo. Otros dicen que son apenas unos arribistas de alboroto y que no hay de qué preocuparse.

Muchos se han ido. Es grande el miedo. Los primeros fueron los gringos. Y conforme bajaron de la sierra, muchos otros han salido espantados. Dicen que esperaron hasta que terminaran el Hilton, que es bien elegante, para entrar a la ciudad. Ahí quería hacer sus dieciséis años Caridad, con orquesta de Benny Moré y todo. Ahora quién sabe para cuándo tendrá Cari su fiestica.

Yo lo que si sé, es que son bien guapos. Se ven arrebatadores de verde, con esas barbas, ese puro, tan altos, tan héroes. Yo sé que no son unos bárbaros, aunque en un mes no se hayan bañado. Uno ellos hasta es jesuita y abogado. Dice mi prima Dolores, que a Santa Clara entró uno que es médico y asmático, y que habla con un acento medio raro, pero igual que éstos, arrebatadoramente guapo. ¡Ay qué romántico! Yo sé que no soy yo esa mujer que debe ser bien valiente para irse con ellos, revolucionarse y preocuparse por la gente, y ver crecer una generación de niños distintos, sin miedo, sin clases, sin pobreza, sin pies descalzos… ¡pero qué cosas estoy hablando, mi madre!. Ayúdame virgencita del cobre, a no tener tan malos pensamientos, que debe ser pecado.

—-

Hace cuarenta años que salimos y aun no me consuelo. No dejo de pensar que habría sido mi vida si el lugar de hacerle caso al viejo, me rebelo y me quedo allá, en casa de tía Mina, en mi propio suelo. A veces, camino despacio, porque ya me pesa el cuerpo de viejo, hasta el Key Biscayne y hasta la mismitica punta del muelle, donde se juntan el mar y el cielo. Allá, a los lejos, en los días claros, se hacen corticas las noventa millas y se mira una franjita de tierra que sigue siendo lo que yo más quiero. ¿Tú sabes? Lo peor del infierno, es que tiene una ventana al cielo.


Gotitas de lluvia

5 respuestas a “La ventana”

  1. “Aprendimos a quererte
    Desde la historica altura
    Donde el sol de tu bravura
    Le puso cerco a la muerte…”
    —Carlos Puebla

    Te la cantaba, pero me da flojera. Me parece genial cómo ubicas el relato lingüísticamente y me da un anhelo de volar por tierra y por mar para llegar a las alturas que evocas, al alboroto revolucionario…

  2. Avatar de Solentiname
    Solentiname

    Aquí se queda la clara
    la imborrable transparencia
    de tu querida presencia
    Comandante Che Guevara…

  3. (redoblantes, muchas voces al unisono) Comandate!, Comandante!

  4. Avatar de Otrova Gomas
    Otrova Gomas

    ¡Increíble! ¡Qué ambientación, qué narración! Parece como si lo hubieras vivido en carne propia, nos transportás con facilidad a tu escenario y nos permitís respirar el aire pesado de La Habana, oler el sudor de esos negros y guajiros celebrando, sentir el temor de la madre… todo. Genial.

  5. La libreta en que anotas tus cuentos debe rebosar de ventanitas en vez de páginas. Me gusta como tus palabras parten en dos los barrotes.

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