Hay cosas que solo las mujeres sabemos. No es un tema de sexismos. Es un tema de realidades. Tampoco sabemos de dónde las aprendimos ni quién nos las enseñó. Es como si vinieran con la condición de ser mujer y que la habilidad se desarrolla o desenvuelve en algún momento de la vida cuando ese código se hace necesario.
Una sabe por ejemplo:
Lo que le emputa a las otras mujeres. Y que todas tenemos la potencial facultad de hacer esas cosas que le emputan a otras mujeres solo para hacerlas rabiar de los celos y no porque les interesen los bienes o parejas de la prójima. Se considera de mal gusto hacer esas cosas que una sabe que molestaría a otras mujeres y nunca se parte que la conducta de la otra es inocente. Las mujeres no tienen conductas ni inocentes ni subconscientes. Saben perfecto lo que están haciendo. Y cuando lo hacen para molestar a otras, son simplemente, unas grandes putas. No hay discusión posible al respecto.
Una sabe hacerse la tonta, la inútil y la desvalida. Y disfrutar en secreto de los esfuerzos del baboso que se cree el cuento y se cree más capaz porque es más fuerte o sabe cambiar una llanta. El baboso no se da cuenta de que se le usa y cree que causa una buena impresión y que será muy amado por eso y que – pobre iluso- se le necesita. En realidad, su uso, como diría mi abuela, es circunstancial y para que no se den cuenta de que al final, ellos son los inútiles.
Una sabe cómo manipular a todos a su alrededor y los canales de comunicación que debe de usar. El toque se hacerse la sensible, la existencialista, la simplemente contenta, la curiosamente deprimida, la nostálgica, la payasa, la ofendida, la dolida, la todo. Existe una sola voz sincera en sus adentros que rara vez comparte con alguien que no sea ella, a lo máximo algún amigo varón de una relación no sexual y que no sea su pareja.
Una sabe que le emputan las mujeres más lindas que una, y que aunque les reconozca públicamente belleza, por dentro desea que se caigan de culo en media calle y se pone a la temperatura máxima la caldera del odio hacia esa otra. Una sabe que siempre está expuesta a que las demás le encuentren mil defectos con tal de bajarle el piso. Una sabe que nada importante se le cuenta a otra mujer. Que otra mujer es la primera sospechosa de una traición grande, que no se debe esperar lealtad de otras mujeres y que las mejores amigas son, en realidad, los hombres. Una sabe que las otras son siempre rivales y en raras ocasiones, cuando se comportan como hombres, posibles amigas con períodos de prueba de cincuenta años.
Lo que nunca Una se esperó, es que en los setentas, surgiera una traidora al género que lo pusiera por escrito y alertara a las víctimas de todos estos ataques y estrategias. El caso más sonado de espionaje de mecanismos jamás reportado, pero que por suerte, fue acallado rápidamente. Hoy, de vez en cuando, surge alguien que reconoce en susurros conocer el libro de El varón Domado, de Ester Vilar, otherwise known como la traidora a su genéro. Lo lanzan como un comentario al viento para ver si transforma a la audencia que escucha en medusas furiosas que lo acallarán a gritos.
La fama de Ester Vilar la sepultó el tiempo, las acusaciones de machista y de lesbiana. Lo que sí es cierto, es que al leerlo, a una le da un colerón horrendo que esa mujerzuela se haya atrevido a revelarle al mundo esas cosas y espera en secreto que aunque sean ciertas, sea como esas teorías de conspiración que podrán ser ciertas hasta la última letra, pero que nadie las cree por demasiado voladas… aunque sean reales.
Labores con el libro: Primero: Soportar estoicoamente su lectura y reconocer nuestros errores y hacer el firme propósito con palabra de una, de esa que dura dos días, que enmendaremos our evil ways. Dos: evitar que la pareja o víctima potencial en la mira lo lea, porque suelen reaccionar con miradas de sospecha y dolor al darse cuenta que han sido utilizados como un vil títere de peluche. Tres: regalarlo a la pareja de alguien a quien uno tenga en la mira, para inculcarle la espinita de la rebelión y la insurrección, cortando al yugo opresor que lo mantiene bajo el zapato. Cuatro: prestarlo a los buenos amigos diciéndoles: todo lo que dice es cierto. Me da mucha vergüenza, pero es mejor que lo vayás sabiendo y hagás las cosas diferentes para tus hijas.
A aquellos interesados, tengo copias piratas y reminiscencias de mis conflictivas lecturas de la recomendación literaria de esta semana. Podemos reunirnos a discutir sus méritos. Eso, sí, advertidos todos, sin alusiones personales.
Deja un comentario