“Fui a una boda. Te conté, no? Marce estaba de viaje, entonces me tocó ir sola. Pasó una compañera del brete por mí. Un error FA-TAL. No, ella no toma, pero diay, irme con ella implicaba devolverme con ella a la hora que a ella le diera la gana… y a mí que me da sueño a las 9 de la noche…
Me puse un vestido super sencillo, color vino, como de pana diría Mimí. El que toca para todas esas fiestas. Terciopelo, huevón, para que me entendás. Claro que me encaremé los tacones. Sí, porque me da la gana, aunque no los necesito. Vos no entendés. No gano nada con verme como una girafa, pero a mi me cuadra, qués la vara? Prefiero eso a cuando me traumaba.
Di, no, la gente de la oficina, la misma gente conocida de siempre. Con el oso me di gusto diciéndole que me repitiera lo que me estaba diciendo porque desde aquí arriba no le oía nada y el mae, di, obvio, se picó, porque como se cree tan alto… me puteó, jejeje. El no está acostumbrado a ver a nadie para arriba cuando les habla y yo lo entiendo porque la verdad, yo tampoco.
Bueno, la cosa es que en una de las idas al baño, sentí que me clavaban unos ojos en la espalda. Y volví a ver, porque a mi edad eso ya casi no pasa, y era un mae que estaba bailando, en la pista, con una gorda. Yo decía, yo a este mae lo conozco. Y aquellos ojos, la risa, la forma de moverse. Todo tan familiar, tan peligroso, tan cercano.
Como no tenía nada mejor que hacer ni con quién bailar y esa vara de bailar en ronda, la odio, di, seguí yendo al baño para ver si volvía a ver a ese mae. Hasta que me cayó que era verte a vos, pero con pelo, alto, más flaco. Ese es el que corre maratones? Y a vos ni pena te da? Y cada vez que yo pasaba, me veía, así, con aquellos ojos como los tuyos, intenso.
Yo? No, olvidate. Yo soy fiel. Y además, una gran jetas. Cómo se te ocurre que le iba a ir a hablar si ni lo conozo? Qué le iba a decir? “Ay, verdá que usté es el hermano de don Cosito?” y luego qué? Pero sentía algo raro, una corriente eléctrica, una reacción. Es como un imán. Como lo que le hacen las culebras a los pajaritos. Y me emputa, sabés? Será que ustedes todos tienen algo genético o la que tiene algo genético con ustedes soy yo y me afecta? A vos te ha pasado eso?
Bueno, no, al final me fui por dicha, porque ya me caía del sueño. Y cuando iba saliendo lo vi desde que me levanté de la silla y el me vio desde que me levanté de la silla y me siguió hasta que quedamos casi de frente y entonces me sopló con el güiri güiri del carnaval casi en la cara y yo casi me caigo, pero me reí como si tuviera como quince años y casi le digo que qué ojos tan lindos tiene, y me hubiera muerto si me dice algo, no sé como “son para comerte mejor”. No me dijo nada, obvio. Y me fui y ya y eso fue todo.
No, di, no sé. Te cuento porque me llama la atención. Vos sabés que yo no soy tan creyencera, pero con él me pasó con que me pasaba antes con vos que aun sin verte te presentía, sentía esa presencia, como una perturbación en la fuerza…”
Ya me había pasado yo de los tres minutos de tolerancia que le tiene el Patán a mis cuentos y encima hablándole de carajadas sensoriales, diferentes, extrañas. Cuentos de viejas. Pero me había escuchado casi sin interrumpirme.
“Y no sentiste la presencia maligna de la mujer? Era la gorda que te apuesto que no lo soltaba desde que se dio cuenta que ese huevón, que es más perro que yo, que ya es decir mucho, te estaba viendo. Dejame preguntarle y te cuento.”
Tal vez es momento de buscarme una mejor amiga que, por lo menos, no se cague en el ambiente del cuento.
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