A mí lo de la marcha de mañana, me tiene que me lleva puta. No puede ser y me niego a creer que sea posible que lleguen cien mil personas, la mayoría de esas doñitas como mi mama, con rosarios guindando, “el señor” a flor de boca y con los brazos abiertos al cielo para que los libre de esas perversiones contra las que precisamente se van a manifestar.
En esa familia tradicional que van a defender, casi el 100% de los hombres son infieles antes de llegar a los 40 años y el 87% de las mujeres. Se divorcian más de la mitad de las parejas que se casan por año, sin contar las que se separan sin que medie abogado. El 20% de los niños que nacen son de mujeres adolescentes y son engendrados por hombres mayores de 30 años. Algunos estudios indican que cerca de 6 de cada 10 adultos recuerdan situaciones de abuso sexual en su infancia (valga señalar que en la enorme mayoría de los casos, el abuso no venía de personas homosexuales). El 50% de los niños que nacen en Costa Rica no conocen a su padre. Todo lo anterior sin contar los golpes, maltratos, abusos de licor y otras drogas que en la familia tradicional uno aguanta y calla, sin derecho a nada. Esa es la familia tradicional que quiere mantener esa supuesta mayoría silenciosa?
Todos los datos que señalo aquí son hechos comprobados científicamente, a diferencia el montón de basura que se dice de los homosexuales, incluyendo pero no limitado, a que la homosexualidad “se pega”, es una enfermedad (y por ende, al menos en teoría, podría curarse, según ellos), es una perversión, que abusan de chiquitos y cualquier otra tontería cuya falsedad se puede demostrar con molestarse con leer un poco.
Pero decir todo eso aquí, es exactamente dedicarle la homilía al coro de la iglesia, que ya se la sabe de memoria y que no le cambia un pelo de opinión al que está convencido. Yo me atrevería a decir que los pocos que me leen y aun los más pocos que comentan, difícilmente estarán mañana en la marcha talibán a favor de la familia tradicional, en contra del aborto y en contra de la protección de los derechos de las parejas homosexuales.
Así que en lugar de seguir comentando que esto es una barbaridad con alguien que piensa exactamente como uno, hay que convencer a los más cercanos que podrían estar pensando en ir a esa cosa, precisamente de lo contrario, o sea que no vayan. Amenazándolos con chompitas, resentimientos y demás manipulaciones familiares para que NO vayan.
Yo estoy convencida que la verdadera mayoría silenciosa no pasa alabando al señor que ha obrado maravillas en ellos. La verdadera mayoría silenciosa, son personas comunes y corrientes, hijos de hombres y mujeres trabajdores, que tuvieron la oportunidad de ir a la U, graduarse o escogieron quedarse en casa educando a sus hijos y los educaron con los mismos valores básicos que tenemos la mayoría. Uno dice muchas gracias, sí señor, con permiso y en general saluda no por educado, como dice la gente. Si no por respeto. RES-PE-TO.
Y cuando en esas familias comunes y corrientes, alguno tiene el valor de decir que es homosexual, esa educación que hemos recibido, esa consideración hacia los demás, ese RESPETO, se combina con el cariño para pasar a ser aceptación y comprensión, algo mucho más elaborado que la simple tolerancia.
A mi me enorgullece pensar que mi mama, quien rara vez me da motivos para defenderla, a pesar de tener todo el perfil de talibán para ir de abanderada a la marcha, jamás lo haría. Porque en mi casa nos tocó escuchar a mi hermana menor, a pesar de un ambiente totalmente hostil, decirnos uno por uno, que es homosexual. Y mi mama- y todos- tuvimos que escoger entre perderla o aceptarla. Y a pesar de la disfuncionalidad que siempre nos caracterizó, escogimos aceptarla. No es novedad – aunque tal vez sí es un cliché- lo impresionante que es la fuerza del cariño.
Yo espero que mi mamá esté hablándole a otras doñitas como ella- que jamás me escucharían a mí por atea, arrogante y malcriada- de su propia experiencia. Que otras doñitas que también tienen hijos homosexuales a los que aceptan, la escuchen y se sientan acompañadas, que no están solas, que dejen de sentir vergüenza por aceptar a sus hijos gays. Que vuelvan a sentirse orgullosos de ellos, sin culpas.
Que la noción del gay pride no sea solo para los que salen del closet, sino también para la familia que se atrevió a dejar de ser tradicional para aceptarlos, apoyarlos, defenderlos cuando se requiere y seguirlos queriendo. Porque si hay algo que yo le admiro a mi hermana, es los huevos que tuvo para decirnos a todos en la cara lo que estaba pasando, enfrentando a sus peores miedos, mostrando una valentía que ya me la deseara yo para más de una cosa.
La verdadera mayoría silenciosa en este país- quisiera yo pensar- no estaría dispuesta a permitir una injusticia. No quiere que haya categorías de ciudadanos. No quiere discriminaciones para ninguna minoría y siempre ha estado a favor de la protección de los grupos más débiles.
Ir hacia adelante, es ir hacia donde han ido los países desarrollados, que ya reconocen no la protección de parejas del mismo sexo: reconocen el matrimonio homosexual. Un cambio YA, es reconocer los derechos más básicos a todos, sin distinción. En la Costa Rica que queremos, no desfilan cien mil personas, financiados parcialmente por la Iglesia Católica, arógandose la voz de todo un país para pasarse por el arco del triunfo los más básicos principios cristianos.
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