Hay árboles en cada acera. Hay verde hacia cualquier parte que uno mire, salvo hacia el horizonte, donde como en portada de disco de Pink Floyd, se alzan dos chimeneas de plantas nucleares.
Ya conocí los míticos tres basureros que sirven para reciclar dependiendo del origen del desperdicio. Había en el hostal, en la estación de tren, en todo lado. Aquí la basura no es basura, es algo más que se selecciona y se reusa.
No hay aire acondicionado ni ventiladores. Se duerme con la ventana abierta, uno anda en chancletas y con ropa holgada y fresca.
Todo está hecho para ir caminando a cualquier lado. Y si le da pereza, ahí puede escoger entre una bici o un tranvía eléctrico.
Hoy tomamos té ecológico. Ayer vimos una tienda solamente de productos Bio, es decir, amigables con el ambiente. Desayunamos con pan integral delicioso. La jalea no tenía preservantes. Estamos en medio de un país donde la conciencia ecológica no es ni moda ni se reserva para utopistas: es una realidad, un hecho cierto.
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