Puntualmente un cuarto para las tres llegan en camionetas que tienen el pañuelo blanco característico de las Madres estampado en las puertas. Primero me alegra pensar que han progresado. Luego pienso que tal vez ya estás muy viejitas para llegar caminando y sí, sí están viejitas. Pero prometen que mientras haya una madre viva, seguirá llegando los jueves a la plaza. Y seguirá marchando.
Se instalan debajo de una sombra con mesas, sillas y sus cosas de venta. Les cae encima una manada de turistas que quieren vinear qué hay, cuánto cuesta y qué será suficientemente representativo. Muchos les toman fotos sin ni siquiera pedir permiso.Las madres, con sus pañuelos a la cabeza, atienden a la clientela, saludan de beso y abrazo a los conocidos, impactan, con solo verlas.
Un gringo larguirucho y con camiseta de Obama, se acerca y quiere saber quiénes son ellas. Una de las asistentes más jóvenes le explica en inglés. El pregunta si los hijos están muertos. Ella le dice que como desaparecieron en dictadura, mantienen la condición de secuestrados. Aunque se lo dice en español, él entiende. Entonces se acerca a una de las madres que está en la esquina y la toma del brazo y le dice que quiere pedirle perdón, porque sabe que eso pasó en un régimen que fue apoyado y financiado por su gobierno. Que siente mucho su pérdida. La madre le da las gracias y lo abraza. La asistente le pregunta si entendió lo que el gringo decía y la madre le dice “No, pero por lo flojo de la voz, pude darme cuenta que estaba muy emocionado”
A las 3 y 30 en punto, se colocan todas las madres llevando la manta que exige la reforma agraria. Aquello parece la conferencia de prensa de una estrella de rock. Todos les toman fotos mientras caminan. Hay una cantidad enorme de gente viéndolas, pero pocos caminan con ellas.
Yo no me decido si quedarme a la orilla o caminar con ellas. Qué derecho tengo yo de hacer del dolor ajeno una experiencia turística? Qué sé yo de lo que se siente perder a un hijo o a varios, saberlos secuestrados torturados, lanzados al mar? Pero me uno. Porque creo que lo hago por ellas y por apoyo a lo que hacen aunque en esta ciudad tan grande y 30 años después ya casi no se les de pelota y ellas insisten, con esa ansia fiera en la manera de querer de llegar todos los jueves a la misma hora a la plaza y de dar sus tres vueltas muy despacito, algunas con bastón, haga sol picante o lloviendo torrencialmente.
No vi a Elsa. No pudo llegar hoy, parece. Yo la quería ver, peor luego pensé qué hubiera hecho si la veo. Qué le iba a decir aparte de cómo éstas. O talvez no era cosa de decirle nada y bastaba solo con verla o más bien con que ella me ve a mí.
Al final, Hebe Bonafini habla en la Plaza, como todos los jueves. Hoy justo estaba cumpliendo 80 años. Y dice que no había cumplido 49 cuando empezó a llegar a la Plaza y la policía le decía que no podía nada más quedarse ahí sentada y por eso ella y otras madres empezaron a dar vueltas. “El proyecto de las Madres es un proyecto enorme, un proyecto de vida, algo que no imaginamos cuando empezamos a venir aquí exigiendo la aparición con vida de nuestros hijos”. “Han habido y siempre habrán altos y bajos. No es un proyecto para todo el mundo, por eso siempre habrá gente que se marcha y está bien. Si no lo entienden, no deberían estar con nosotros” “Lo hacemos por nuestros hijos y por sus ideales, por lo que ellos estuvieron dispuestos a dar la vida”
Es algo corto, pero fuerte. Y luego las consignas “Ahora, ahora, resulta indispensable, aparición con vida y castigo a los culpables” “Alerta, alerta, alerta que caminan, milicos asesinos por América Latina”
El 10 de diciembre, Argentina conmemora 25 años sin dictadura. La foto que sigue es de hoy (aunque no es mía).
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