Me iba reunir con un abogado, pero lo atropelló un carro (de verdad, aunque no lo mató), así que me quedó el día libre.
Dion “Deanie” O’Bannion fue el primero de todos los gangsters, Monaguillo de niño, vio el negociazo de la fabricación ilegal de guaro que le ofrecía la prohibición. Montó el biznez con la fachada de una floristería justo enfrente de la Iglesia donde antes ejercía. De noche mataba a la competencia y de día les vendía las flores para el entierro. Lo mandó a matar Al Capone.
De Capone no queda más que el recuerdo. La ciudad no quiere recordar a su más infame y famoso ciudadano. Donde estaban los puteros y clubes, los dominios de Capone, ahora hay edificios planos sin gracia. La pequeña Italia tiene más de trampa de turista que de aporte cultural. El lugar de la masacre de San Valentín es ahora un parqueo.
Capone no le permitía a nadie que le dijera Caracortada. Tenía cuatro cicatrices en la cara, hechas por otro paisano cuando Capone insultó a la hermana. Para ocultarlas, todas las mañanas se ponía maquillaje de mujer. Instaló muchas cocinas de sopa y comida para los pobres de la ciudad, que, como resultado, empezaron a padecer de una extraña amnesia “No recuerdo nada de ninguna balacera y si la recordara, no vi absolutamente nada”. Cuando quería ayudar a alguien, le decía a cuál caballo apostar, porque Capone dominaba desde jueces hasta putas, pasando por policías, políticos y sindicatos.
En su mejor año, hizo 128 millones de dólares. Le gustaba vestirse fino y por eso no mataba a mano propia, para no ensuciarse la ropa. Su apodo favorito era Snorky, que era como se le decía a la gente que vestía bonito. Cuando cayó preso por evadir impuestos, siguió administrando Chicago desde la cárcel y solo porque al juez le dio miedo aceptar los 3 melones que le estaban ofreciendo. Por eso se fue a Alcatraz. Terminó loco por la sífilis que le comió el cerebro.
La dama de rojo no es una visión romántica. Fue la clave para que una rumana vendiera a John Dillinger, una especie de Robin Hood moderno, a cambio de que no la enviaran de vuelta a su país. Dillinger robó en un año más bancos que Jesse James en 16. Anne Sager le dijo a los federales que iría con John al cine, vestida de rojo. Se dice que Dillinger supo del plan y logró que otro hombre lo sustituyera. Como no existían las fotos, era difícil saber si era o no era. Los federales acribillaron al doble de Dillinger en la calle, y la gente, al saber de la muerte de su héroe, metían la punta de sus ropas en su sangre para guardar un recuerdo.
Angelo Genna pobló la pequeña Italia. Recibía a los inmigrantes sicilianos en el tres, entregándoles un poco de maíz y una olla de 5 litros, dándoles la bienvenida al negocio de la fabricación ilegal de whisky. Les pagaba 15 dólares en un tiempo en el que un empleado del gobierno ganaba 5. De los 15, les retenía un dólar por día, para gastos de funeral. Esa forma de hacer whisky era muy peligrosa por inestable y no era raro que explotara la olla, llevándose un dedo, una mano o a todo el tío Luigi. La retención era para que tuvieran un funeral con muchas flores.
Hace cien años, esta ciudad era toda corrupción, guaro, opio, violencia, criminales y putas. Era usual escuchar los balazos en las noches y la instrucción era tirarse al piso para salvar la vida. No había cara en qué persinarse. En la primavera, empezaban a flotar en el río los muertos con los pies envueltos en cemento. Those were the bad old days. Hoy son una ciudad del primer mundo, con de todo al alcance de quien pueda pagarlo. Me empiezo a sospechar una odiosa relación entre la violencia y el desarrollo.
Los dejo con dos piezones que ilustran el día y el mood, después de todo, Chicago es la cuna de la mafia y del blues:
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