La selección master de atletismo femenino. Van con jackets de tres colores que dicen Costa Rica que casi me hacen añorar haber hecho deporte alguna vez y competir afuera. Creo que más por la viajada y por la jacket que por la adrenalina o el entrenamiento. Les veo las piernas, sin gota de grasa y me digo que tengo que volver a correr por las madrugadas. Algún día.
Un chorro de gente que no se ven como de aquí no tampoco gringos. Hay más de veinte maletas y muchas cajas. Uno de ellos dice “Ché, vos tenés lapicera?” y el tipo que está al lado mío en el counter, le contesta algo también en argentino. El que contesta es Gustavo Santaolalla. Lástima que los instrumentos se van en carga, porque Bajofondo y yo vamos para la misma ciudad: Chicago.
Dos señores en la fila de seguridad, comparan el resultado de las aventuras. Les da risa imitar el acento tico “Diey- dicen, y suena ajeno en ese acento- a ti cómo te fue?” “no me puedo quejar” “¿Usaste todas las pastillitas?” “No, todas no, en la próxima será”. Y yo me sospecho que estos vinieron de turismo sexual.
Un brasileño alega en portugués que no le pueden quitar el encendedor con el águila de las birras porque si no se cagan en su colección de encendedores de todos los lugares que él ha disfrutado como Yameica, Kuu-ba y otras islas. El de seguridad se lo explica a la tica “qué tirada, es que si no hiciera chispita no sería problema o si le pudiera sacar el gas, pero así no pasa, ve? Si por mí fuera sí, pero usté sabe cómo se ponen los gringos”
Colada en la sala de espera VIP, escucho a un padre de familia de la otra Costa Rica saludar a un conocido, quejarse del vuelo que está atrasado y contar, mientras se aprieta un galo pinto con huevo, que el motivo de su viaje es ir a dejar a su hija menor que se va de estudios a Boston.
Deja un comentario