Hace mucho tiempo no soñaba algo así.
Estaba en San Francisco o un lugar similar, pero que se veía y se sentía como una ciudad latinoamericana. Managua es lo que viene a mi mente por la forma en que se daban las direcciones. Pero se hablaba en inglés.
Había ido porque por alguna razón, mi papá había seguido vivo estos 50 años. Yo no había llegado a tiempo para verlo vivo. Había muerto el día anterior. Llegué solamente al funeral y al entierro.
Estaba muy impactada por lo que estaba viviendo. Por un lado, la traición del abandono, de su vida sin mí, de no haberlo podido ver vivo. Por otro, revivir su muerte, su entierro. Un dolor muy, muy complejo.
Mi vuelo de regreso a la casa salía a las 7 am. El hotel era un maravilloso conjunto de casas antiguas.
Por alguna razón me ponía a escribir lo que había sentido. Lo confundida que estaba. Y pensé que mi vuelo salía más tarde.
Perdí el avión. Nadie me recordó que tenía que irme. Quedé con un celular que no funcionaba bien y sin un cinco. Sin tarjetas, sin nada. Me pasaron a una habitación abandonada donde tenía que dormir en el suelo. Me cobraban los días extra. No tenía cómo regresar a la casa.
Las llamadas a Costa Rica no entraban. No tenía a nadie.
Hace mucho no me despertaba con ganas de llorar.
Deja un comentario