Amo litigar pero odio litigar
Ayer me di cuenta, tarde en la tarde, que al día siguiente 5 personas teníamos que estar en San Ramón a las 6 30. Lo positivo: no me dio un ataque de pánico, todos se alinearon, todos llegaron.
Lo negativo: tuve un suelo larguísimo, surrealista y vívido, donde la contraparte era pellizco en nalga con el juez, me interrumpían al hablar, yo alegaba que ellos nunca aportaron un escrito y resultaba que sí lo habían aportado pero yo no me había dado cuenta, negociábamos la conciliación con una posición dura. Durísima. Yo, hasta de me interrumpieran, le metía la mano en la boca al necio que no se callaba.
No pude ir a nadar. Salí a las 6 am para San Ramón. Me encontré con varios atascos, peor lo peor fue la presa que me esperaba de vuelta. Llevaba el estómago revuelto. Me tiré cuatro capítulos del podcast de historia sobre la Guerra de las Malvinas. Pensé en escribirles para que hagan un episodio del príncipe de Prusia que vivió en Orotina.
En el despacho nuevo, moderno, con aire acondicionado; pude sobrevivir ese calor húmedo de las primeras horas de la mañana en Occidente. Todos los testigos llegaron a tiempo. Yo me imaginaba al abogado de la contraparte como un chiquillo imberbe y es uno de esos ex funcionarios judiciales que deciden estudiar derecho tarde en la vida y le hacen a todo. A fixer, que llaman, con todas sus mañas. El mismo que nos puso la trampa de pedir el juicio presencial. Si no hubiéramos llegado, nos condenan y era mucha plata.
Ya en la sala de juicio se me olvidó que tenía miedo, y con ese estilo suavecito y dulce, dejé al bodoque abogado como el palo de la lora, evidenciando sus faltas y desnudando sus mentiras. Me di el gusto de echarle en cara su matonismo cuando me ofreció negociar y lo igualado que se comportó cuando le dije que no y me dijo “Ese no es muy seco” con “Usted a mí me respeta. Yo no le pedí su opinión”, viéndolo directo a los ojos y a la vez sonriendo.
Logré que se suspendiera la audiencia y exigir que en lugar de argumentos leguleyos, un técnico especializado resuelva el punto en discordia. Ese informe me permitirá extender esto por mucho, mucho tiempo. Y el cliente extorsionador del abogado bodoque se arrepentirá de haberse topado conmigo. Su supiera que uno de mis super poderes es caerle mal a la gente.
Claro, a mí me pasa lo que le pasó al Licenciado Bodoque y me lo echan en cara en la audiencia, no podría defenderme y sería evidente que soy culpable por la forma en que me pondría a llorar.
Pensé en eso mientras subía y bajaba columpios, cuestas y curvas, con guindos al lado y muchos tonos de verde, porque Waze me mandó por los caminitos olvidados entre Palmares y Atenas hasta poder llegar a la 27.
Bendito sea el Papa Francisco por el aire acondicionado.
De camino no me encontré ni un solo puesto de toronjas rellenas.
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