Estaban de moda al inicio de los 80. Salían en los programas de cosas raras, documentales sobre sus estudios, demostraciones en video. Luego, como todo, se fueron diluyendo poco a poco.
Pero siguen existiendo. Tal vez ya sin tanta fama. O las tienen medicadas. O ahora no es una característica interesante, sino una enfermedad.
Yo creo que después de 8 años, ya me voy acostumbrando a las mías.
Ya conviven en paz, la mamá de Pato y yo. Ya no se sienten ahogadas entre ellas, ni que una le estorba a la otra, la maja o le quita oxígeno.
Ya no discuten.
Viven como en un open plan floor. Cada una con su propio curso de pensamientos, conversaciones, pendientes. Pareciera que no saben que la otra existe pero sí saben y se ignoran. Cada una con sus prioridades.
Saben que es mejor estar separadas. Que no funcionan bien cuando se activan juntas. Es un poco como The Substance cuando todo falla.
Además asustan mucho a la otra yo, la de infancia, que opta por sentarse en el piso con las rodillas pegadas al cuerpo, hundir la cara, cerrar los ojos y apagar la realidad.
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