Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Cómo hemos cambiado…

desde la isla de

Anoche dormí como los dioses, amparada al cansancio y a la magia de los relajantes musculares, que, por cierto, no se venden por la libre aquí.

Hoy mis pruebas eran diferentes:

50 libre. Hice un minuto cerrado. La primera vez que vine hice 1 45. Tuve que parar en el primer 25. No pateaba. Me dolían los brazos, los sentía como machetes. Me puse a llorar de la humillación. Hoy nadé feliz.

100 pecho. Estaba acostada en el piso, sobre mi parka, viendo el cielo celeste sin nubes, escuchando los cuervos y las gaviotas, completamente disasociada para no entumirme, pensando que me quedaban unos 4 eventos antes del mío, cuando me llegó el grito de Claudia: ¡Alístese!

 Amo la sensación de ir sacando y hundiendo la cabeza y ver cómo paso de aire a agua, de agua a aire, los dos igual de celestes, uno refresca, con el otro respiro. Aguanté sin problema. La piscina me hizo una ilusión óptica y por el reflejo en el agua pensé que la pared estaba más cerca de lo que en realidad estaba. Estiré las manos para tocar y no toqué la placa. Tuve que hacer una patada de mariposa que, de haberla notado el juez, me descalifican.

100 combinado. 3 minutos 04. El estimado era 3:45. Nunca vi a ninguna de las otras nadadoras porque me sacaron dos o 3 piscinas. No importa. Nadé mariposa cantando en mi cabeza “I believe I can fly” y sin cansarme. Me gustó tanto, que el otro año quisiera nadar o el 200 combi o el 50 o 100 maripa. Ya veremos.

Desde el 100 pecho nadé con un eructo atravesado. Esperaba que saliera solito pero ni siquiera con mariposa lo logré. Debí haberme aguantado las ganas de comer galletitas antes de las pruebas. Para la próxima, ya sé.

En las tres pruebas quedé en segundo o tercer lugar de mi categoría. Las medallas aquí son de autoservicio: publican las listas por evento con calcamonías del primero al cuarto lugar. Uno se busca, despega la calcamonía y la pega en un listón azul. Llevo las 6 mías.

Hay un chico síndrome de down, que nadó el 200 libre hoy. Lo vi también ayer. El papa lo lleva a todos lados y es claro que es su entrenador. Se adoran y se nota.

Otro par de nadadores con algún problema cognitivo o en el espectro. Ambos con sus papás. Ambos totalmente integrados.

Hay un señor muy mayor, que requiere ayuda entre todos para subirse a la banqueta. La esposa le sostiene la mano para que no pierda el equilibrio cuando ya está arriba. Y cuando suena la corneta, le da un empujoncito en el trasero para impulso. Ya en el agua, es un titán y se gorrea a todos los de su heat y su evento. Tal vez fue nadador. Tal vez estuvo en la marina o fue un Seal o un Marine. Quién sabe.

No hicimos el relevo mixto aunque yo me sentía a gusto. Pero fue mejor, porque apenas me senté en el carro, el aporreamiento me pasó la factura e iba cómodamente amodorrada.

Este fue un torneo distinto. No competía desde antes del cáncer de estómago y lo logré hacer tranquila, disfrutándolo, sin castigarme.

Parece contraintuitivo que en un deporte de tanta fuerza y explosividad el cuerpo responda mejor entre más relajado está.

Nadar es un ejemplo del efecto mariposa: que si la cama dura, que si el frío, que si la comida fea, que si no dormiste, que si estrenaste traje de baño, anteojos o gorra a la que no estás acostumbrado, que si la profundidad de la piscina, el sabor del agua, la textura de las paredes, lo lejos que quedan las gradas. Que si esperaste mucho tiempo, que si te quemaste la espalda con el sol, que si tantas, tantas cosas.

Aprendés a no intentar nada nuevo, a no innovar, a hacer lo que siempre hacés y has hecho. A confiar en la memoria muscular y en el entrenamiento.

La música que suena es la de los 80. Hay una señora que las baila todas y le suena a los de su equipo una vuvuzela cuando terminan una prueba, lleguen de últimos o de primeros.

Cuando suena la voz de Whitney Houston, preguntando How Will I know, me dio la impresión que ese molote de personas de cierta edad, en traje de baño, hizo un minuto de silencio interno, por Whitney, por su talento, por nuestra adolescencia y por esa pregunta que nadie nunca supo contestarnos.

Mañana regreso a Costa Rica.


Gotitas de lluvia

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