Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Bienvenidos al sur de la Florida

desde la isla de

Mientras el avión inicia su descenso, no puedo evitar pensar en los relatos de periodistas que, entotorotados por el milagro económico del nazismo, viajaron a Berlín en 1939 para verlo con sus propios ojos y escribir despachos alabando al señor bajito del bigote extraño.

Nosotros andamos alertas, con fotos del pasaporte en el teléfono, viendo disimuladamente para todo lado. Sabemos que llevan 8 mil detenidos desde el 20 de enero, que le revocaron el status a más de 600 mil venezolanos y que aquí, en el sur de la Florida, hay redadas todos los días. Entran a las casas, esperan a los migrantes a la salida de las guarderías están deportando gente todos los días.

Pero aquí no se siente nada. Todo se ve como siempre. No se sienten ni siquiera los latinos, ¿sí me entienden?

Tampoco se sienten los precios, porque están tan altos, que uno queda tonto del golpe. Ayer por al almuerzo-cena, que fue una tacita de pasta, ensalada y refresco, pagué 30 dólares y en un lugar de comida rápida.

El hotel por fuera se ve como esos que le gustan a Mauro: precio de tienda china. Pero por dentro es cómo, limpio y bonito. Queda a la vuelta de la piscina.

Fuimos a una visita rápida a comprar cosas para desayunar en el hotel, porque hay suficientes cosas como para hacerlo.

Aunque el clima está perfecto, pasé mucho frío por el aire acondicionado porque el check in lo hace uno solo con una compu en la recepción y no pude pedir cobija adicional. Tampoco pude pedir mis paquetes, entonces ando con las tennis hechas mierda, no tengo mis chanclas nuevas, no tengo mi shampoo especial de piscina ni mi crema.

Me tuve que comprar de emergencia un shampoo mini de papaya y aquí ando oliendo a ensalada de frutas de la Castro.

Anoche me levanté para ir al baño y me caí de la cama. El tiempo se detiene en ese microsegundo que toma llegar al piso y parece escena de película cómica, cuando se detiene el cuadro en media caída y cara de espanto: “Sí, esa soy yo. Ustedes se preguntarán cómo llegué aquí… pues bien”. Nada grave. Sí se me golpeó el orgullo.

Por lo demás, ahora fuimos a nadar temprano. Una se siente tiesa de la emoción y porque al fin y al cabo, no es la piscina de una. El agua estaba tibia y es salada. Vimos el amanecer. Al salir, la gente del equipo gringo se mete a una caja de plástico grande llena de hielo por uno o dos minutos. Yo tengo curiosidad y creo que mañana pediré permiso para intentarlo. Las banquetas son altísimas y necesito ayuda para subirme, pero cuando me tiro, llego casi a media piscina. No sé cómo hizo Pato para tirarse de aquí el año pasado.

Ahora vamos a entregarnos a los brazos del capitalismo tardío en Target. Luego almuerzo en Olive Garden y en la noche volvemos a calentar a la piscina. Mañana compito en 3 pruebas y el domingo en dos más.

Les escribo horizontal porque, por variar, me cayó pesada la comida. Creo que me limitaré a mis cositas usuales, entre otras, el kilo y medio de cerezas con el que me tropecé anoche. Los demás andan en la playa caminando. Por dicha, porque estar rodeada de gente me llena la cachimba de tierra. Una necesita su espacio.


Gotitas de lluvia

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