La experiencia familiar de dormir los 3 juntos, terminó siendo húmeda y helada: Pato se orinó y lo dijo hasta la mañana siguiente. Alegó que estaba muy cansado para ir al baño y que ni cuenta se dio. Obvio no lo reportamos porque nos íbamos temprano en la mañana.
Al desayuno, había huevitos de chocolate. El conejo de Pascua se había atrasado, probablemente por los cierres en la carretera, pero finalmente nos alcanzó. Aquí traen un mensaje adentro, como las galletas de la fortuna. El de Pato decía que hasta en las aguas tranquilas hay corrientes. Muy críptico todo.
Y allá nos lanzamos valientes. Bueno, Marce, que es el que maneja. Los caminos principales siguen cerrados así que nos fuimos bordeando la costa. El clima, ligeramente mejor, pero igual con esas explosiones de viento que me hacen sentirme flotando en la nada, así que opto por no ponerme a ver el teléfono para evitar ansiedades.
Akureyri es un pueblo de 27 mil habitantes en la esquina de un fiordo. Tienen nieve 7 meses al año y ayer no fue la excepción. Aun así, es adorable. Parece una villa navideña. Pato venía cansado y quería irse al hotel, así que eso me dio tiempo de ir a explorar la antigua calle central, con sus edificios viejos y de pensar y repasar en el libro de Karitas, además de aprovechar un ratito para mí. Mi Shangri-La literario. Mi El Dorado personal. Mi Xanadu islandés.
Desde que llegamos, noté que la gente me hablaba en islandés y les sorprendía verme la cara de loca que yo ponía o que les pidiera que me hablaran en inglés o en alemán. Luego descubrí porqué. Pero me saludan en islandés, me ofrecen el menú en islandés, me hacen comentarios en islandés… obvio, ya me estaba encanfinando pensando en que era un tema racista.
La gente aquí es alta, muy blanca, se ponen rosados del frío, de ojos muy azules y rubios. Como lo que uno se imagina cuando piensa en alguien estereotípicamente rubio. Hay oficinas de las empresas más importantes a nivel mundial. Hay un centro comercial, pero pequeño, que fuimos a explorar. Era un día tranquilo, porque como en Alemania, el lunes después de Pascua es feriado nacional.
La comida no estaba muy buena pero sí más cara que al sur. La cena fue en un cafecito cercano. Mi falafel me confirmó que el olor que nosotros asociamos a chancla y a hippie en realidad es el comino.
Y el plato fuerte: el tour nocturno de la Auora Boreal. Fuimos solo nosotros 3 porque la familia de gringos que también había reservado, decidieron no ir. Habían manejado casi 20 horas, entre caminos cerrados y los hijos dijeron que estaban agotados porque al día siguiente se devolvían a Reijavik. Recordé lo que escuché en una de las gasolineras: nunca se completa el tour. Es una recomendación de cosas que hacer y lugares a visitar, pero el clima se interpone.
Entonces, tuvimos un tour VIP, con un guía hablantín, mitad alemán, mitad islandés, con un inglés maltrecho. He aquí el resumen de lo que aprendí:
- El 50% de los islandeses son rubios, la otra mitad, pelirrojos (por las mujeres irlandesas y escocesas que secuestraban)
- Karitas es una historia real. Ella existió, en el sentido en que han existido miles de mujeres islandesas como ella, que han llevado una vida como ella.
- Los lugares que se mencionan en el libro existen y los vimos, donde ella trabajaba, vivía, caminaba, iba de compras.
- El libro no se conoce mucho, porque ellos prefieren los libros de crímenes y misterios, entre más sangrientos y oscuros, mejor.
- En esa parte antigua del pueblo, las casas son más bajitas. Para ir a vivir ahí, se requiere autorización de la Municipalidad y no medir más de 1.65 porque si no, no cabe dentro de la casa. Esa era la media de altura. Dice el guía que sus abuelos son así de pequeños y cuando los visita, siempre debe agacharse.
- Muchas mujeres venían aquí a trabajar en el procesamiento de arenques y muchas de ellas se hicieron ricas con su trabajo, especialmente porque en la segunda guerra mundial se requería aceite, que salió de Islandia como aceite de pescado o ballena. Sin embargo, muchas de ellas perdieron todo en la crisis del 2008.
- Tienen problemas del tercer mundo. Inician proyectos impresionantes de túneles bajo la montaña y los dos equipos (uno de cada lado) se corren y quedan descuadrados, no calzan en el punto de encuentro y eso se nota. Los precios de productos básicos como leche, mantequilla y yogurt han aumentado un 100% en el último año. Muchas personas están pensando en emigrar.
- Los islandeses están acostumbrados a volar. Antes de la carretera anillo, que le da la vuelta a la isla, viajaban en avión a las diferentes ciudades todo el tiempo. Es normal que en un fin de semana largo se vayan a NY o al continente.
- La razón por la que cuesta encontrar Coca Cola en los restaurantes fuera de la capital, es esta: Los soldados gringos trajeron la Coca Cola a Reijavik. Para llevar la contraria, los demás pueblos empezaron a tomar Pepsi. Aun así, se podía encontrar Coca en otros lugares. Con la guerra en Israel, los islandeses, que les gusta opinar y estar al tanto de noticias internacionales, empezaron a boicotear a Pepsi por ser propiedad de sionistas. Y ahora lo que hay es una escasez de Coca Cola…
- Cada granja, cada lugar tiene un nombre. Los islandeses le ponen nombre a todo. Así saben dónde vive la gente.
- Para lidiar con las distancias, los niños, incluso los de kinder, van a escuelas internados, donde tienen gimnasios, piscinas, etc.
- Han recibido refugiados. El gobierno les da 2 mil euros por mes más casa y trabajo. A esta ciudad llegó un grupo de musulmanes que resultaron ser una célula de Isis. Se dieron cuenta cuando pasaron los datos por los sistemas de seguridad europeos.
- Necesitan maestros, doctores, ingenieros, de todo. Pero nadie quiere venir por el alto costo de la vida.
- Dice que sus doctores no son muy buenos. A él lo atropelló hace unos años una turista gringa, le pasó dos veces por encima y le quebró la mitad el cuerpo. En medio de la tormenta de nieve nos dice que aun quedó con daño nervioso y que nunca le dieron la autorización formal de volver a manejar.
- Todo islandés sabe que siempre debe andar en el carro el tanque lleno, una cobija, una pala y una botella de agua por si se queda pegado en algún lado. No sabíamos, pero el día que nos rescataron, había muchas alertas de avalancha y de hecho ocurrieron.
- Pagan un 52% de impuestos. Sienten que su gobierno es corrupto. Se parte de la validez de la palabra de la gente. En el pueblo, aun se mantienen las dinámicas de solidaridad y de pueblo pequeño.
- Este mae ha vivido en Alemania, en Reijavik, fue dos veces a Afganistán con el ejército alemán (dos tours de guerra) y dice que lo que más extraña cuando ha estado afuera es la absoluta libertad que dice tener aquí, donde puede hacer lo que quiere sin que nadie se meta. Para su gusto, en Alemania hay demasiadas reglas. Para el mío, este mae quedo tocado de la azotea.
- Akureyri es al lugar a donde la gente viene de fin de semana a portarse mal. El motel nacional.
- Hay que evadir los muchos restaurantes tailandeses que se ven por todas partes. Los suelen cerrar porque la gente se intoxica y además los usan de mampara para tráfico de personas. Los islandeses no se dan cuenta porque para ellos- y para nosotros- todos los chinos se ven iguales
- Me hablan en islandés porque me ven tan exótica que creen que soy de Reikjavik, ciudad que pretende ser cosmopolita y diversa a pesar de que, como decía mi abuela, no son pollo que rasca mierda a las 4 de la mañana…
A media noche, en un caminito rural, se abrió el cielo. A 15 grados bajo cero vimos un mapa de estrellas único, diferente, encabezado por la estrella del norte. Las mismas estrellas que guiaron a los vikingos, la noche que están acostumbrados a ver en esta isla desde hace once siglos.
Se empezó a formar una raya verde que luego crece hasta convertirse en aurora boreal. Ellas van y vienen. Podría decir que son un fenómeno molecular magnético que tienen que ver con estar en el polo norte y la actividad del sol. Pero eso le quitaría belleza a lo que vimos. Dicen que cuando las mujeres embarazadas tenían dolores, las sacaban en las noches a ver la aurora y que eso las aliviaba. Que en invierno, cuando llegan a 30 bajo cero, las escuchan. Son ellas o tal vez es el aire helado que cruje con el viento.
Pato se dedicó a hacer muñecos y volcanes de nieve. Marce, con su trípode, a tratar de capturar el momento. Yo, simplemente me emocioné hasta las lágrimas.
¿Quién iba a decir que la nieta de una inmigrante nica, que no terminó la escuela, una lavandera, iba a tener jamás la oportunidad de estar aquí y de ver semejante belleza?
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