Por recomendación del pediatra de Fuser, ayer pasamos el Antídoto y yo en proceso de deshidratación y quemado en la finca de trabajadores de Pipasa, para que Fusercito fuera adecuadamente calificado y pueda empezar su reproducción debidamente certificado.
Yo iba con la secreta ilusión de que apenas lo viera uno de los jueces, dijera que no era necesaria competencia alguna y que Tito merecía el premio de Mr. Dog Universe por su inigualable belleza e innegable encanto y simpatía. La portada de La Nación no me parecía tampoco tan lejos.
Sin embargo, en los primeros minutos que estuvimos ahí, mientras Fuser olisqueaba todo alrededor y yo pagaba con dolor billeteril su inscripción, tres cosas me dieron la pista de que estábamos rodeados de locos:
a. Un tipo le pregunta al otro que cómoeslacosa. El otro, muy campante, le responde “Diay mae, igual que en Alemania”. Los dos quedan complacidos con la respuesta. Yo, lo que tengo de alemán, son un perro y unas palabrillas sueltas.
b. Los tipos detrás mío en la fila de inscripción se mostraban fotos de perros y hacían comentarios como “Mae, este, en la exposición de junio del 94, te acordás? Único, lástima la cría” y se las intercambiaban como postalitas de las Tronaditas.
c. Los perros ajenos estaban siendo cepillados, rociados de aciete, peinados, bebían agua helada de chupones especiales, les cepillaban los dientes, llevaban cornetitas y pitos especiales para perros y unas correas muy extrañas que yo nunca había visto y que de hecho hubo que conseguir prestada para cuando nos tocó exponerlo. Todos me parecían idénticos. A todos los veía bonitos. De hecho, mis favoritos, quedaron consistentemente en los últimos lugares.
Nosotros en cambio, íbamos con Fuser en la mano (no en jaula) y su neceser era su bola despedazada a mordiscos, un hueso de limpiar dientes, su peine de todos los días, plato de agua y listo. Nosotros llevábamos una canastita bloqueador, dos mandarinas y tres sorbetos. Nos sentamos en el suelo y nos cambiamos solo para quedar a la sombra. Los demás, carpas super elaboradas, sillas de armar, barbeque, hieleras y hasta baterías para los equipos de sonido y ventiladores.
Mientras esperábamos las casi 5 horas que duró en iniciar la competencia, recibimos visitas de curiosos que aseguraban que Fuser era precioso. Tanto conocedores como visitantes nos los decían. Yo sonreía satisfecha con cara de “Sí, yo sé. Todos dicen” Fuser se lució portándose bien un ratito y luego ladrándole a todo el que se acercaba, incluyendo a su propio pediatra. Estaba asombrado de ver tanto perro parecido a él, cosa lógica considerando que yo me paso la mitad del día diciéndole que el es único y que es un príncipe.
El contacto a tierra se dio cuando le tocó competir. El problema principal, además de la ausencia de entrenamiento para estas cosas y de toques, tiros y volados que no conocíamos, es que el perrito no sabe correr como los otros perros. Los otros perros tienen paso de yegua fina de tope. Fuser corre como le da la gana, o sea galopa, como cuando persigue sus pafaritos. Los otros perros parecen que van en algodones o flotando. Fuser para a oler las margaritas o las orinadas ajenas si le interesan. Los otros perros corren con las orejas atentas y la cabeza alta. Fuser pone las orejas horizontales para mayor aerodinamia y se va fijando en el suelo o hacia atrás por si las moscas. Los perros aquí corren adelante y van jalando al expositor. A nosotros nos ha costado sudor y sangre que el perrito camine al lado de uno sin querer ahorcarse por ir adelante. Los otros perros, gracias a su chupón de agua helada, casi no jadean. A Fuser, la lengua le llegaba a las rodillas.
Es decir, fue como llevar a la reina de los festejos patronales de Tuculillo a participar en Miss Mundo contra 156 Miss Venezuela (pre-Chavez) con la infantil ilusión de que al menos no hiciera el ridículo. Lo cierto es que Fuser dio pruebas de que es digno hijo de su madre: entra en el último lugar con un porte y elegancia inigualables (como yo cuando iba a las carreras de 10 o más kilómetros, siempre a la par de la ambulancia).
Varios criadores se acercaron a decir que era una lástima porque Fuser era su favorito. No sé si eran sinceros o fue pulseándome la venta. Dos borrachines, trabajadores de Pipasa, que vineaban y comentaban el evento y con una evidente patada a Cacique, me dijeron lo mismo, arrastrando las palabras y asegurándome que pensaban traer a su zaguate que a la próxima competencia a ver como le iba.
El papá del Antídoto insiste en que Fuser puede ser entrenado y mejorar para las siguientes exposiciones. Parece entonces que irá a parar 5 semanas en su spa favorito (donde el papá del Antídoto) a ver si acaso hacen de él un perro digno de un Excelente, educado y caballeroso, que sabe posar, muestra los dientes sin morder y corre como un caballito enano, en lugar del Bueno que sacó, una nota que me dicen es excelente considerando que no sabíamos a lo que iba y que era su primera vez y que esperamos muchas horas y que hacía mucho calor.
Tampoco me dan envidia aquellos perros perfectos de impecable pedigrí que entienden órdenes en alemán y comen camote para verse más anaranjados. Yo a Fuser lo quiero así, a lo pueblo.
No le digan a nadie, pero todavía no me consuelo.
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