Amanecí con ganas de llevar a Pato a una protesta política. En Berlín, en Buenos Aires o en Santiago. Sentir la electricidad del grupo, ver ondear las banderas, cantar consignas, caminar las calles, correr cuando llegan los Pacos.
Y con el puño en alto, gritar a todo pulmón que el pueblo unido jamás será vencido
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