Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

duelos

desde la isla de

Fue una semana en el limbo, entre la gastro colo, el TAC y la espera. Pero al final, con una espalda contracturada, mandando todo a la mierda, comiéndome el mundo por la ansiedad, se confirmó que estoy libre de cáncer, al menos por seis meses más.

Había leído que cuando los exámenes ya no son tan frecuentes, la ansiedad aumenta. Confirmo. Según yo, logré la disasociación perfecta para sobrellevar el tema. Pues dicen los nudos en mi espalda y mi hombro trabado que no.

Ni siquiera el coctel de dorixina relax, rybotril, y conrelax plus pudo apagar las pesadillas.

Anoche soñé que en un hostal, alguien me quemaba la sueter roja que yo usaba con una luz de bengala. Que el lugar era peligroso y me disparaban al mismo brazo. Que se burlaban de mi forma de nadar. Que trataba de llegar a recibir atención médica y no lo lograba.

Tengo que recordar que perder un cliente poco importa comparado con perder la vida, perderme la vida de Pato. Aquí es donde se juega de verdad mi partido.

Cuando leí de la muerte de Raquel, iba en el carro. Racionalmente me preparé para la tristeza, pero en cambio, sentí una enorme calma, un agradecimiento y ese sentimiento tibio de todas las veces que le dije Te quiero. Oí claramente su voz en los audios, la sonrisa siempre detrás de lo que me estuviera diciendo. La desesperación cuando se enteró de la muerte de aquella cantante que también tenía cáncer. Raquel nos enseñó muchísimo sobre el sistema, la resilencia, la última dignidad del control de las emociones, la espera y gestión de resultados aunque no fueran los mejores. Raquel nos enseñó a manejar el cáncer, la muerte, el dolor, el duelo. Gracias a la iniciativa de ella escribí mi cortísima guía para la quimioterapia y sus efectos, que ya la he compartido varias veces.  Hablamos sobre nuestra proceso de aceptación de la muerte. Qué nos esperaría del otro lado. Me atreví a pedirle que le diera un abrazo a mi papá y a mi abuela. Me reconforta saber que ella no se aferraba a este plano y creía de corazón en la vida eterna. Nos pidió que pidiéramos por su descanso. Y la recordaré siempre sonriendo. Te quiero, Raquel.

Hay una película nueva, que tal vez nunca veré por culpa de los esquemas de streaming, que se desarrolla completa en la casa de Rudolph Höss, al lado de Auschwitz. No se ve nada del Holocausto pero está siempre presente. Y esa realidad alterna que vive él y su familia es macabramente bucólica, de ensueño, mientras literalmente el mundo arde a su lado. De mí, en particular, no se podría decir que soy antisemita. Ni siquiera me importa ese enredo con el antisionismo. Pero me siento y siento a Occidente como la familia Höss, preocupados por el té o un traje mientras en Palestina un profesor universitario recibe una llamada diciendo que lo van a matar y lo matan. Un francotirador asesina a una anciana que siempre dijo ser más vieja que Israel. Funcionarios de la ONU van a trabajar con sus hijos, para que si mueren, mueran todos juntos. 7000 niños muertos en 40 días. La Operación debería llamarse Herodes. Pero aquí nos preparamos para la Navidad.


Gotitas de lluvia

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