Desde que vi este video:
Estoy hecha un bicho.
Me levantó a las 5 y cuarto, me encaramo las tenis y me voy a correr. Arrastro al Antídoto conmigo. Los viernes, arrastramos a Fuser para que se pelee con todos los perros del barrio y ponga orden entre la zaguatada. Cuando me voy ahogando subiendo una cuesta, me digo: “Be your own cause” y le meto chancleta. No me amilano de ver que el Antídoto camina a la velocidad que yo corro. Lo que cuenta es la intención, como con los regalos. Fines de semana, nadadita sábado y domingo, tempranito en la mañana, en la helazón de la piscina del Colegio de Abogados.
No son grandes distancias. Corro apenas 3 km a velocidad de tortuga, pero con paso de yegua fina en tope de fin de año. Nado apenas 500 metros para no reactivar una lesión vieja, pero nado libre y con estilo, con mucho chapoteo o alboroto. Llevo todos los implementos, paletas, pullboy y tabla de patear a que se den una asoledita, porque nunca los uso.
Llego a la oficina y cuando el ascensor abre sus puertas voluptuosas y lo escucho decir tentador con voz de sirena de La Odisea: “Ven, ven a mí y apretame el botón número cuatro” , me repito la gringadita y me lanzó los cuatro pisos a pie. Llego jadeando, sudada, despeinada y muerta al cuarto piso, pero contenta. No cuenta el descansito que hago al llegar al tercero.
Al medio día, almuerzo solo sanguchitos de queso light, en pancito integral, con mayonesa light, y tomatito seco. De guarnición, un pepinillo tipo pickle. Tomo leche descremada, porque las aguas negras del imperialismo yanqui, aunque sean también cero calorías y riquísimas, se estaban llevando la constitución de mis huesos en banda, y de postre, fruticas.
De tentempié me aterro de yougt de fresa y palitos de ajonjolí de bioland.
Solo me permito almuerzo normal una vez a la semana y ahí tomo venganza de todas mis restricciones auto impuestas. Le doy patente de corso a la grasa y corono con un pedazo de torta chilena. Eso también aplica en días de tensión o depresión, según pinte la cosa. A veces también hago trampa, para qué negarlo.
Me compré un tigh master. Hago 150 abdominales por día. Investigué en interné como fortalecer mi trasero. Estoy solicitando cotizaciones de una pesa benévola y ojalá algo corrupta. No cenamos, apenas un tecito y galletitas de algo. Tengo un nuevo record: Hay una pinta de helados de fresa de Haagen Dasz que lleva en la refri exactamente cuarenta y ocho horas intacta. Y en tres meses me mediré el porcentaje de grasa a ver si el empeño le gana al bisturí.
Hoy tuve audiencia en una oficina pública. Al ritmo de la alienación me eché los dos pisillos para llegar a mi sala. Después me fui para la Caja. Me repetí la frasecilla y ataque la escalera. Supongo que será redundante contarles que cuando llegué al piso once, prácticamente tuvieron que soplarme. Pero espero que valga la pena.
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