Ojalá los ansiolíticos eliminaran las pesadillas, pero no. Como prolongan el sueño, una queda ahí encerrada, en esa angustia.
En la pesadilla, Marce me decía que él solo estaba esperando que el jefe de su trabajo saliera de un bache financiero para pedirle dinero prestado y comprarse una casa en la costa pacífica de los Estados Unidos e irse a vivir allá con su amante y dedicarse al ciclismo.
Surgió porque en el sueño reacomodábamos su oficina, botábamos cosas, acomodábamos juguetes, primero juntos y luego él solo hacía de esa oficina casi que su apartamento privado cogiendo cosas de toda la casa y cuando yo reclamaba, me aclaraba que era el primer paso antes de irse definitivamente y que no hiciera tanto drama porque yo ya sabía eso.
Es una pesadilla recurrente, esa de la amante, que me la dice sin lastimar, sin filtro: alguien dulce, que sí lo entiende, con quien puede hablar, que se parece más a él y no a mí que soy tan distinta. Que existe hace mucho tiempo y que se quiere ir a vivir con ella en algún momento. El nombre es diferente en cada pesadilla. Y el Marce cariñoso y sensible que yo conozco se convierte en un hombre duro e indiferente.
Y yo, la sensación de humillación y de dolor y de tristeza y de frustración y de impotencia: Y Pato? Y yo? Y nosotros? Y la cara seria e impávida del Marce de la pesadilla al que nada de eso le importa. Y yo pensando porqué aguanto eso y a la vez, que de alguna forma me lo merezco.
Hay otra. Aquella donde te fuiste a otro país seis meses y no podías hablar conmigo. Y luego volvés y me entero por alguien más porque no soy tu prioridad ni la primera persona que llamás y trato de coordinar reencontrarnos pero a vos no te urge ni te importa y aunque me decís que me pensaste en esos seis meses, y que sentís cosas, lo cierto es que yo soy apenas algo más en el paisaje y me evitás. No es cierto que pasaste estudiando, encerrado, solo… pero en la pesadilla me entero que viajabas los fines de semana a otras islas, en fiestas, con mujeres bellísimas.
Tal vez fue presenciar lo de ayer: el ogro que al final sí era. El berrinche, la desesperación, la furia, las acusaciones, las amenazas y sentir otra vez miedo aunque a mí nada me iba a pasar.
Tal vez es el terror al abandono. Ya superé el pánico al dolor. Sigue este otro monstruo
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