Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

El portón

desde la isla de

Llegué a la reunión temprano. Es una reconstrucción de una casa antigua y para llegar a la puerta, hay que atravesar un portón, que me lleva a un zaguán donde hay unas bancas y ahí la puerta principal.
En el momento que di el paso para atravesar el portón, sentí el tiempo detenerse y una energía rara ahí, presente. Una energía color sepia, con muchas voces, con mucha tristeza y dolor. Sentí lo mismo que sentía en Berlín, cuando sin darme cuenta pasaba por el lugar de alguna tragedia. Entré y salí un par de veces, porqué dejé algunas cosas en el carro, tenía que hacer una llamada. No era mi imaginación. La energía seguía ahí, el marco del portón, un instante detenido, su color ámbar, su dolor, las voces confusas.

En una de las veces que lo crucé, noté la placa. El portón es original del Asilo Chapuí. Pensé en todas las personas que, sin estar locos, atravesaron el portón para un encierro terrible y de por vida. Niños con síndrome de down, personas con algún tipo de retraso, mujeres belicosas y respondonas, delincuentes y por supuesto, algunos que sí estarían enfermos. Tal vez la energía era así de espesa, tratando de advertirte lo que te espera si cruzás el portón, tratando de detenerte con sus manos abiertas.

No me asustan estas cosas. Nunca me han asustado. Me sorprenden, sí, porque hace mucho no las sentía. Vienen cuando estoy vulnerable, con sentimientos muy pesados o profundos, como he estado estos días.


Gotitas de lluvia

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