Ancestry. org actualizó mis resultados genéticos y ahora puedo ver cuál progenitor aportó qué. Resulta que mi porcentaje judío viene de mi mamá y no del lado del Montiel, que es apellido originario de Toledo (el apellido, no mi familia), que en algún momento me hizo imaginar que yo tengo origen sefaradí (que no es por ahí) y podía optar por pasaporte español.
También hubiera explicado porqué me sentía tan cómoda en esa ciudad pensando en pueblos de 3 religiones viviendo juntos en paz, anhelo ir a la Alhambra o esa atracción tan particular que generaba de joven a judíos y árabes que era, además de recíproca, muy intensa.
Pero tenía yo razón cuando empecé a sospechar que tan rimbombante apellido, al menos en Costa Rica, en realidad no hablaba del linaje propio sino del comendador que asumió el pueblito de indios de los que deben haber sido mis ancestros y les encaramó el apellido.
También demostró, como siempre, que mi abuela mentía cuando decía que era de origen francés porque una de las versiones de sus apellidos era Montiel Betancourt y que por eso el tío Jorge tenía los ojos azules.
Mi mamá casi se infarta cuando vio que tenía un alto porcentaje de sangre indígena de Costa Rica. Un insulto a su familia blanca de El Tejar, que siempre se la dieron de españoles y discriminaban, incluso a mí y a mi papá y mi abuela, por indios y por nicas desde su lugar de privilegio de conquistador llegado en los 1700 (hasta eso nos dice Ancestry)
Ella también tiene sangre africana e irlandesa. No entendía porqué y le expliqué que probablemente esa parte irlandesa había violado a esa parte africana, le mostré cómo la parte africana de ella venía de uno de los países desde donde se esclavizó a mucha gente y de cómo ingleses, irlandeses y escoceses habían llegado al Caribe, algunos de esos últimos como esclavos blancos y cómo el inglés de Limón y de Jamaica tiene rasgos de esa forma de hablar irlandesa y escocesa.
Mi 1% de sangre judía viene del lado de ella. Sospechamos de su lado materno, Leiva, que podía ser un derivado de Lev o Leví.
Doña Ester Leiva, quien presumimos murió de cáncer gástrico
De mi papá hay sangre rusa y de Europa del este, específicamente de lo que fue el imperio Austro Húngaro. Y un montón del Norte de África que explica mi dedo egipcio en los pies, el que es más largo que los demás y que se ve incluso en las pinturas más antiguas de las pirámides.
Tengo una buena parte de Portugal. Una pizca del país Vasco. Más de un 4% de África que debe ser estas caderas y este tumbao y que me hace pensar con dolor en cómo llegaron a América. Un poco de Grecia y Albania ¿Por qué?
Cómo quisiera conocer las historias de las personas que aportaron esos rasgos genéticos. Pero mi historia se corta en mi bisabuela paterna, en la pobreza, en las migraciones forzadas, en las mamás solteras y en los padres ausentes. Hay gente que conserva las vajillas de generaciones previas, la Biblia que trajeron de Europa, el traje de bautizo del tatarabuelo: lujos de la estabilidad y del dinero. De mi abuela, yo tengo el papelito de 1932, cuando entró al país, diciendo que está libre de sarna y una sola foto de mi bisabuela.
Hace poco escuché a Diana Uribe contando en su viaje a Egipto cómo la gente de El Cairo se ve idéntica a la de los viejos papiros, de cómo se saben antiguos de más de 27 siglos, de cómo saben de dónde vienen exactamente. Mientras que en América, con la conquista, tuvimos un corte violento en nuestra historia que nos hace sentir o al menos a mí, como muy reciente en la historia.
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