Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Gigantes en el agua

desde la isla de

Soñé que subía por una montaña, manejando a toda prisa, atravesando pueblos y muy arriba, casi en la cima, me encontraba con un lago enorme. En el centro, un cerro alto, y en la punta un castillo gigantesco, igual a la del Club El Castillo de mi infancia, con muebles aptos para gigantes, donde siempre pensé que vivía un vampiro que nos miraba con odio oculto entre las sombras mientras nosotros visitábamos y traveseábamos su casa.

Yo conozco ese castillo, pero antes no estaba en el agua…

Había más. Enormes esculturas de personas, puentes, torres y faros de piedra gris que salían del agua y hacían que los seres humanos nos sintiéramos insignificantes. Así, tal vez, habría sido un coloso de Rodas.

Ahora este lugar era atracción para turistas, pero nosotros pasábamos sin dedicarle mucho tiempo.

Teníamos que llegar al destino: un restaurante italiano con un menú muy poco variado.


Gotitas de lluvia

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