Pues es clarísimo que a todo el mundo le valió un pepino que el feriado sea el lunes. Hoy se siente como día de la madre, aunque se celebre en el trabajo. Es evidente que esa ley va que le vuela la bata para el basurero, porque comercial o no, las culpas, pleitos, regalos y abrazos son para el 15 de agosto que están programados.
Se han enviado arreglos florales, la gente anda de compras, los restaurantes están llenos, me han llenado el correo de esos insufribles mensajitos de presentaciones de power point y está la cosa que arde. Tanto, que mi hermana menor ya me convenció de la conveniencia de pasar a presentar mis respetos aunque el regalo y demás accesorios se entreguen, por acuerdo familiar, hasta el otro domingo. Así que a codazos lograré que en una flositería me vendan de los arreglos de repela que les quedan para no llegar con las manos vacías.
Es divertido además contemplar las trastadas de Edipo: Hoy, Mami es todo para mí. Andamos todos con una mamitis de espanto. Hoy, todas las mamás son viejecitas débiles y pequeñitas, arrugaditas, sencillas y dulces, que nada nunca esperan y que lo han dado todo. He escuchado todos los tipos de canciones, desde la madre que camina al lado del Hombre (pasé por error por una estación de música cristiana), de que me vigilaba toses y calenturas, de las sacrificadas, de las que uno daría la vida por ellas, de las que son lo más grande y de las que se mueren justo cuando uno se da cuenta del error y regresa como hijo pródigo.
Hoy nadie tiene mamás metiches, lejanas, sobreinvolucradas, manipuladoras, problemáticas, montadas, chismosas peleonas o ni siquiera malvadas. Eso queda relegado a las madrastras, por lo menos hasta que pase el mes de la madre y la culpa vaya cediendo y abrir los ojitos nos permita. es un efecto maravilloso. Ni con la Navidad ni con el Mundial se logra tanta amnesia.
Me llama la atención eso de “Dios me permita tener mucho tiempo a mi gordita”. Me tienta decirle: “La quiere mucho tiempo, si? La lleva al médico? Le cuida el sobrepeso? Toma estrógenos su mamá? Hace cuanto que no va al dentista”
O los de “Tanto que da ella por uno, siempre de incondicional”, como para preguntarles “Y usted es incondicional con ella o se acuerda solo los quinces de agosto para no quedar como un chancho?”
Y peor los de “Cómo trabaja mi mama! Es que no para!” porque hay que ser bien carebarro para dejar que una viejita siga trabajando como una loca sobre todo si uno ya está manganzón y en algo puede ayudarle, o no?
Se llevan la medalla los de “abrácela hoy, dígale que la adora, que la ama!” Y los otros días qué? Cómo siempre, dejarla olvidada?.
Eso sin contar a los que sugieren como regalos para mamá electrodomésticos. Cosas como equipos de sonido son para toda la tropa de la casa, no para una mamá.
Y así sucesivamente. Que no se crea que estoy amargada. Yo, con todo y todo, hoy pienso en Mimí y también pienso en Ella. De Ella aprendí la utilidad de las listas de regalos: nos advertía siempre que no se nos ocurriera regalarle nunca cosas de cocinar, que ella no era una esclava; tampoco cosas para la casa, porque eso era del disfrute de etodos y ella quería algo para ella. Los regalos tenían y tienen que ser personalziados, únicos y ante todo, caros. Si le das el efectivo, mejor todavía, así puede medir el monto de tu cariño, de la otra forma le queda siempre la duda de si lo compraste de oferta.
De Mimí aprendí a ser muy agradecida. El regalo de Mimí lo hacía yo con mis propias manos, que son bien inútiles. Todos los años, sin importar el mamotreto de cartón y goma, el mío era declarado como el mejor regalo, antes familiares y primos. Yo sonreía encantada y consideraba seriamente seguir una carrera como artista plástica. Un año fue un teatro armado en una caja vieja y vacía, con personajes de revista recortados y pegados en paletas de helados, con tres guiones escritos a la medida por la suscrita. Otro fue una foto mía hecha de recortes de fotos viejas. El año que más me quebré la cabeza, le hice un disco de cartón en el que puse los nombres de sus tangos favoritos y lo decoré con estrambóticas flores. La entrega de regalos a Mimí era una competencia de talentos y yo, siempre, la campeona indiscutible. Cuando llegué a la adolescencia, Mimí me pasó de categoría y al igual que Ella, exigía condiciones especiales de las cosas a regalar.
A Ella hay muchas cosas que le reconozco y le agradezco aunque nunca haya encontrado la forma exacta de hablarle o de escucharla y creo que en ella aplica lo mismo pero en viceversa. En particular, le agradezco sus lágrimas, que es su forma de emocionada y callada de decirme que se siente orgullosa de mí, aunque no diga ni una sola palabra. Casi nunca las veo. Por eso sé que son sinceras. Como cuando me gradué de abogada, cuando lee mis poemas o mis cuentitos a la medida o las pocas veces que le he dicho, que sé yo, cosas.
Por cierto, ayer, en el supuesto programa de sexo, pasamos un parto vaginal en vivo. Por primera vez vi en directo como viene un ser humano al mundo. No hubo uno solo que en el estudio quedara con los ojos secos. Si nunca lo han visto un parto, se los recomiendo. Yo hasta me puse a pensar con cierta nostalgia en el día que tenga a Santiago.
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