Mimí siempre me advirtió que no permitiera nunca que un hombre me levantara la mano. “A la mujer le pegan una única vez– me decía- la segunda es por gusto”. Y me contaba de situaciones hipotéticas en las que si a ella le hubiera tocado algo así con el papá de los muchachos, no habría terminado él de levantarle la mano cuando ya hubiera terminado hecho un puño en algún rincón de la casa, porque hay que defenderse, madrecita. La primera vez te sorprende, la segunda ya se presagia.
Mis primas mayores se reían socarronamente de aquel entrenamiento para la vida marital. Siempre supuse que les habría tocado presenciar a Mimí subyugada ante la mano levantada del que fuera el amante de turno, porque aunque yo ya la conocí vieja y casta, mis primas comentaban, a las espaldas de Mimí, claro, que en su juventud, la cosa estuvo que quemaba y a veces enumeraban en lista los sospechosos de haber sido candidatos a mi abuelo.
Mimí nunca me comentó esas libertades suyas. Yo, lejos de condenarlas, se las admiraba. Nunca le dije lo que me decían ni le pregunté nada. Si por mí hubiera sido, habría afirmado que mis tíos y mi papá nacieron por generación espontánea.
Esta semana Canal 7 se quejaba del relajo ese de que se invirtieron un millón de colones entre salarios, efectivos, llamadas y alboroto, buscando a una mujer cuyo esposo la retuvo en la montaña una noche entera. El estaba armado. El motivo del reclamo del desperdicio del erario público era, a criterio de ese formador de opinión, completamente justificado y lo resumió, con sabias palabras una vecina de la pareja, que en cámaras, en vivo, en chancletas y despeinada, dijo más o menos esto:
“Yo no entiendo porqué tanta cosa. Ellos pasaban peliando. Ya sabía uno que si la discusión era por tal cosa, se la llevaba al cafetal cuchillo en mano. Que si el pelito era por tal otro, era con la pistola que se la llevaba a ese lotecillo vació. Y así, cada vez que se armaba él se la llevaba para aentro, armado”
O sea que el Canal reclamaba que tanto desperdicio para una vida que ya estaba acostumbrada a que en cualquier salidilla de esas, no regresaba. Supongo que un millón de colones es demasiado pagar por la que se expone por gusto.
A Mimí se lo perdono porque ella hablaba desde su doméstica ignorancia y a veces, en ciertos casos, creo que no estaba ella del todo equivocada. Además, si yo me hubiera sentado a explicarle dinámicas de parejas, leyes de violencia domésticas, círculos de victimización y otras cosillas freudianas, se habría separado de su prédica de defensa propia para amenazarme con la posibilidad de recoger los dientitos del piso por estarla contradiciendo.
Pero eso es distinto a que un canal considere desperdicio proteger una vida que, de por sí, siempre ha estado en peligro. Entonces cuánto había que destinar? Apenas para encontrar el cuerpo?
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