Conversábamos el patán y yo animadamente de sociedades y acciones cuando de repente él se desconecta y empieza a tararear “siiiiii quereeeemosssss…”
Yo me quedo helada de la impresión y le pregunto con cautela si él tiene alguna noción del origen de esa canción, el grupo, el movimiento, la ideología o la época, partiendo del hecho notorio de que él, como yo, escucha en las mañanas a Amelia Rueda.
Me responde no con los autores, si no con una confesión pausada e insospechada “Yo era camarada. Amigo de Salomcito. Me identificaba mucho con la causa chilena”. Aclara que no les alcanzaron las bolas para irse de combatiente solidario pero que si tiene una que otra detención policíaca. “Yo también fui joven“, me dice en un suspiro.
Se me paran todos los pelos del cuerpo del espanto y lo someto al quiz de grupos, fechas, nombres y eventos. Sale airoso de todas las pruebas.
Eso le levanta sospechas y me dice “O sea que vos además de la foto del Che sí sabes de esas cosas. Con razón nos llevamos tan bien. Yo sentía que con vos yo me identifico”. O sea, se pone incluso suavecito y a hablar de sentimientos.
Me rajo a enumerarle emocionada mis lecturas, aventuras, sueños, marchas y conocidos de la historia chilena. Me pide libros y discos prestados y cantamos juntos Te recuerdo Amanda. Y le pregunto con fingido tono ingenuo: “Y como terminó así, don cosito?”
Y me fusila cuando me contesta con su habitual ausencia de dulzura: “No hablés mierda que vos vas por el mismo camino. Somos de los mismos”.
Machlá, don Cosito y vade retro, que en esta Isla no tienen fuerza legal alguna las sentencias cumplidoras.
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