Lo peor de las porras es esa certeza de que les voy a quedar mal. No me dan ánimo, me ponen ansiosa porque tengo claro que no tengo con qué llenar esas expectativas.
Además, encima de todo, tengo pelear con esas ganas de parar en seco lo que iba a hacer y viéndolos a los ojos, dejar todo tirado, dar media vuelta e irme.
Y allá voy, muy lejos de la concentración que debería tener para estas cosas y haciendo el ridículo.
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