Hoy, la de la colisión en Cartago, era yo.
Esquina surnoroeste de la Corte.
Por irme comiendo una galletita de limón.
El cinturón me salvó, tal vez, la vida.
Cancelé la reunión, conseguí carro prestado, espacio en el taller de enderazado, eliminé compromisos de traducción, llamé al médico, a mi secretaria, al cliente qu dejé esperando, al antídoto y al tráfico.
Después solté el cinturón y me puse a llorar como cuando tenía tres años.
Mañana, no trabajo.
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