Voy perdiendo poco a poco el horario de nadar. Me voy despertando cada vez un poquito más tarde, pero al menos el día no se me hace tan largo y cuando empiezo a trabajar- porque aun hay trabajo- parece más mi horario de antes de todo esto. O es que ya lo siento todo más familiar.
Solo aumentamos 13 casos. Solo. Pero la pesimista en mí teme que la gente relaje las medidas. Esto es algo que no depende de mí. Yo lo único que puedo hacer es mantenerme atrincherada en la casa pero de nada sirve si de repente todo el mundo empieza a sentir que ya se puede hacer vida normal.
El aeropuerto seguirá cerrado hasta el 30 de abril. Aun no se sabe qué va a abrir y qué no después de Semana Santa. El gobierno dice que no podemos bajar la guardia, pero no qué va a pasar la otra semana. Un día a la vez, sí. Por primera vez en la vida no me cuesta resistirme a eso.
Leí que muchas personas ansiosas o deprimidas curiosamente se han sentido mejor en estos días. Que ya no tienen que sufrir anticipando lo malo que está por venir porque eso malo ya está aquí. Que han aprendido herramientas en terapia que les permite enfrentar mejor estas situaciones y espantar los pensamientos intrusos. Que hay una cierta validación en los sentimientos de uno al ver que todos están igual. Muchas de estas personas se han convertido en anclas o estabilizadores de los demás. Entonces ahora no sé si me siento mejor por los medicamentos o por esa dinámica.
Yo aun no quiero celebrar. Siento una secreta sonrisa agradecida, pero celebraré cuando ya se confirme que hay un medicamento o tratamiento y tengamos acceso a eso. O me daré permiso de alegrarme un poquito más tres semanas después del domingo de Resurrección, cuando veamos los efectos de toda la gente que sí salió de San José en Semana Santa.
Encontramos un proveedor de mascarillas y compramos, cubre bocas, las famosas N95, cobertores de cara, un poco de todo. Las entregan hasta después de la otra semana, pero no importa. Saber que tenemos eso me da paz. Ayer salió el anuncio de la OMS diciendo que las mascarillas no son la solución mágica, pero en medio de la desesperación de todos los países, saber que tenemos un puchito, me alegra. Me estoy convirtiendo en una prepper.
En NY ya están decomisando ventiladores. Las autoridades hablan que esta semana será su Pearl Harbor. Los hospitales están desbordados, pero también los servicios fúnebres. Ya van a empezar a hacer fosas comunes en los parques para enterrar los cuerpos. Es surreal pensar en un NY como Berlín, una ciudad llena de muertos. En Louisiana, el 70% de los muertos son afroamericanos. Ya Estados Unidos pasó los 10 mil muertos y NY los muertos del 911, pero no para. Boris Johnson, que avisó que vendrían días tristes y muchos ingleses perderían seres queridos y que creyó en la inmunidad de rebaño, está en la UCI, con el virus.
Cumplimos con la profecía del pleito en el chat de familia. Un primo que nunca vemos, pasó a visitar a mi mamá y ella nos contó que le regaló unos mangos. La cólera que me dio… es una irresponsabilidad de él visitarlos a ellos que son un grupo de riesgo y de ellos recibirlos. Todos estamos encerrados hace un mes como para que a él, que nunca los ve, se le ocurra de repente pasar a hacer una visita. Me enojé mucho, muchísimo. Yo lo he visto solo como dos veces en la vida, no lo he visto de adulto pero si tuviera contacto con él, lo llamaría a decirle que no sea tan irresponsable.
Creo que mi mamá se afectó pero me vale madre. Mis hermanos decían que no veían nada de malo, que no había mala intención. Pero al virus las buenas intenciones no le importan. Y es muy cómodo para mi hermana decir eso desde una isla donde no hay un solo caso. Puede ser que exagere. Puede ser que ellos- mis hermanos- no se estén tomando las coas en serio. Les he pasado información de medicamentos, mascarillas, etc y nadie responde. Tal vez, para ellos, como siempre, la loca, la exagerada, la que se enoja, sigo siendo yo.
Al final son adultos que sabrán las responsabilidades que asumen y las que no. Yo no puedo salvar a todos. Mi obligación, mi preocupación y mis esfuerzos deben ser para mi casa.
Recibí un mensaje de mi amigo E, que me hizo sentir mejor. Desde adentro del gobierno, me cuenta que las cosas, hasta ahora, se están haciendo bien. Que se siente a gusto de ir a arriesgarse todos los días porque los resultados se están evidenciando. Que todo lo malo que ha ocurrido presagiaba un desastre, pero hasta ahora vamos bien, que seguimos. Que me dedique a cuidar a Pato y a Marce, que ellos me siguen cuidando a mí.
Pato tuvo una video llamada con el mejor amigo del kinder. La conversación entre ellos era de locos, cada uno por su lado, no se les entendía nada. Pero Pato estaba feliz y conmovido. No lo había visto así en días. Fue como asomarse por una ventana a la vida privada que puede tener un niño de 4 años. Luego lo escuché muy emocionado decirle a Nora “Hablé con K. Es mi mejor amigo”. K es mucho más alto que Pato, por su papá. En agosto cumple 4, o sea, es menor. Habla mejor que Pato. No pude evitar comparar, pero a la vez, las condiciones son tan distintas. Sí caí en la trampa de la necesidad de decir que Pato fue prematuro. Aunque me alegra que ellos dos estén en contacto y se sigan hablando, no me veo en una situación de hacerme amiga de su mamá.
Veo mucha gente quejándose del teletrabajo. Pero creo que es por la carga de trabajar con todos en casa y todos los días me convenzo más que esa carga nos cae sobre todo a las mujeres. He estado pensando además que a mí no me estorba tanto. Tal vez soy una persona introvertida. Siempre pensé que lo era, hasta que empecé a salir en tele y a hablar en público, que me sale muy bien. Tal vez soy una mezcla de las dos cosas.
El curso lectivo está suspendido indefinidamente. Ojalá el kinder implementara algo así como que dos grupos vayan un día a la semana. Vamos a tener que conseguir una Tablet para Pato.
Ya me estoy cansando de jugar todos los días a que soy un gato.
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