No sé si ir a correr o no. Por un lado suena como una buena idea para salir de la casa. Aunque sea caminar una hora. Pero ya pregunté y me dicen que de madrugada mejor no, seguramente por el frío o las defensas. Ir a las 10 de la mañana es difícil mientras siga habiendo trabajo.
El trabajo me tiene consumida. Es tanto, tanto. Sé que debería estar agradecida, pero se me complica con hacer todo remoto y con esta preocupación y esta ansiedad. Creo que nunca había trabajado tanto. Ayuda, sí, a pasar el tiempo.
Fui con Pato al parque y la lo cerraron. Pudimos caminar por el zacate, pero no sentarnos en las bancas ni usar el tobogán. Varias veces me preguntó porqué y estaba muy triste. Pero más triste sería verlo pegado a un respirador.
Me sigue doliendo la muela. Mi dentista se retiró y me recomienda al que fue mi dentista en la adolescencia. En esa época atendía en La Gauchada y yo le tenía terror. Me amarraba a la silla porque me brincaban las piernas del miedo. Tuve que ir muchas veces antes de los frenillos y me iba caminando a mi casa, 2 km, tratando de dormir el dolor. Además, Yvonne era la que me llevaba ahí. Ellos dos parecían llevarse muy bien y ella muchas veces alardeaba de que prefería horas de tratamiento sin anestesia.
Pero tengo que ir. No puedo pasar todo el tiempo que esté por venir con dolor. Tengo que ir ahora que se puede. Y entender, racionalmente, que ya no soy esa chiquita. Que es un privilegio ir. M me dice que él fue y que es una maravilla, mejor que el que teníamos, que esté tranquila. Por primera vez le conté a alguien lo que había vivido con ese dentista. Me insiste en que son otras épocas.
Lo llamé y le dije que había sido su paciente y se acordaba de mí. Le dije lo que es una de mis grandes vergüenzas: mis dientes son una porquería. En parte porque son de mala calidad. En parte por descuido. Los frenillos sirvieron un poco, pero no del todo. Se supone que debería operarme y volverme a poner frenillos. Eso me había dicho el otro dentista. Pero no quiero. Me dan pena desde que tenía un colmillo montado sobre los otros. Me dan pena su color amarillento.
Recuerdo de adolescente pasar meses con dolor, inflando los cachetes y sosteniendo la respiración a ver si eso contenía el dolor. Piezas que se quebraban, finalmente. Infecciones. El terror a ir al dentista y la sensación de que en mi casa no podían pagarlo.
La sensación de sentirme sucia por el estado de los dientes. Creer, como a los 11 años, que tomando mucha leche los mantenía sanos y no era necesario lavarlos, en ese universo tan complejo y distorsionado que era y tal vez sigue siendo mi mente.
Cada vez que veo a alguien con dientes completos y lindos y blancos, lo noto y lo envidio. Aun hoy.
Este dolor me convence que para esto de la cuarentena cuentan todas las preparaciones previas: hacer ejercicio, la disciplina, ir al dentista cada seis meses, todo lo que uno tenía que haber hecho por prevención.
Arreglé un poco más mi espacio. Colgué cuadros, conseguí una lamparita. El profe nos escribió por el chat a todos y nos alegró mucho. Le mandé un reporte aparte de mis ejercicios diarios y le conté cómo la disciplina de un nadador shaolín me está ayudando en la cuarentena, el reconocer que avanzo lento, hacer las cosas todos los días, la fuerza mental de nadar largas distancias. Le di además las gracias por enseñarme tanto de la vida y de mi misma. Y le dije que lo quiero mucho.
Ayer vino Adri a dejar pan y conocí al novio gringo. Verla feliz me hace feliz. Salí en pijama a recoger mi pan y él se bajó a saludar. Luego le dijo a Adri que yo parecía judía (el gringo es judío) y que me veía más judía que sus hermanas. Si supiera… esa ha sido mi cruz desde siempre, que judíos y árabes vean una belleza o un atractivo que yo nunca he logrado entender.
Ayer además hicimos un video con Pato cantante en karaoke El está al llegar, de Roberto Carlos. Sí, super pandereta. Y qué? La otra noche le hablé de Jesús. Le dije lo de siempre, que fue un hombre muy sabio que nos enseñó que el amor es lo más importante. Y le dije además que hay mucha gente que le pide a Jesús ayuda, fuerza, consejo y que eso los hace sentir más fuertes.
También me pasaron un meme, un Jesús de espaldas llevando alzado a un niño enfermo que es el mundo y la frase: Una palabra tuya bastará para sanarme. Los años y años de catolicismo se me activan en el inconsciente y la frase me llega.
La familia de acogida me pasó un video. Dos bebés gateando. Pensé que uno era el bebé que tienen ahora en custodia, pero no. Uno era Pato y ni siquiera adivine bien cuál de los dos era. Increíble, pero no lo reconozco de 6 meses.
En otra casa, sé que hubo una decisión dolorosa. Un bebé que se debe quedar durante esta crisis con quienes no son sus papás por proteger a sus abuelos. Hay mucho dolor detrás de esa historia y esta decisión como muchas otras desde que el vino al mundo, es una decisión llena de amor.
Dije que hoy tengo que ir al dentista? Me voy a dopar. Pero así, al pelo, no me monto en esa experiencia.
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