Anteayer tuve la certeza que podía salirme de la presa, ir a Barrio México, a la casa de mi abuela, abrir con mis llaves y decirle nada más que venía a almorzar. Casi la pude ver recibiéndome en la puerta.
Anoche soñé con el abrazo de ese muchacho, que por ningún motivo y con todo en contra, siempre me hizo sentir querida, acompañada, segura por el breve momento que duraba.
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