Yo veía fábulas. No dibujos animados, ni comiquitas, monitos, o cartoons. Fábulas. Usualmente mudas, con sonidos claro en cualquier idioma o simplemente en inglés.
Había una de gallineros donde siempre había una gallina diferente a las demás. No era tan rolliza. Era más bien flaca. Usaba anteojos de abuelita. Sombrero celeste de la casa de la pradera. Ojos grandes, ovalados.
Ella, igual que las demás gallinas, se desmayaba de amor cuando cantaba el gallo que se parecía a Frank Sinatra, pero se burlaban de ella. El gallo le dedicaba las canciones y le batía las pestañas, pero porque hacía eso en todos los conciertos, no porque sintiera nada por ella de verdad. Si acaso lástima. Era muy solilla. Nunca entendí bien porqué.
Ella no podía tener pollitos. Ni siquiera ponía huevos. Tejía sueters de lana como las otras gallinas y trataba de conversar como mamá orgullosa con las demás, pero se levantaba solo para ver un nido vacío, sin nada que empollar. Trataba de disimular. Las demás gallinas se burlaban de ella. No le permitían acercarse a sus pollitos, ni siquiera cuando ella quería solo ayudar.
Lloraba mucho. Parecía que se sentía sola.
En español se llamaba Clara. A veces pienso en ella. Clara
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